“El cuento minimalista tipo carveriano,
la crónica, ahora parece que el perfil. Por alguna razón, los géneros que se
ponen de auge suelen ser aquellos más bien reglables y mediados por un
componente de procedimiento. Por lo general, esos géneros tienen taller. A
diferencia de la novela, que tiene clínica. O del ensayo, que no tiene nada […]
La dolorosa declinación del ensayo en manos de los talleres literarios agrupados
junto a editoriales y oficinas de publicaciones en la zona de la ciudad
recientemente declarada Distrito Literario, prefiguraba los aires de
normalización, ordenamiento y fascismo vecinal que en la aciaga hora se
respiran” (Carta abierta enviada desde el exterior a los suplementos de cultura
de los principales diarios. No publicada).
“Tren, Remington, telégrafo. Onganía,
Levingston, Lanusse.Metrobus, Kevingston, canil” (Santas trinidades. Historia tecnológica
de la sumisión sometida. De la Patagonia rebelde a la cityde nuestros días).
“Un movilero de televisión, un estudiante universitario de ciencias
sociales o un cronista becado por la Fundación Nuevo Periodismo; entran a un
barrio, se acercan a un movimiento popular aunque por qué no a una villa, de
donde extraen información para trabajo, sacan testimonio para nota, hacen
entrevista; sin saber, sin acaso reparar, sin siquiera sopesar que así como los
ven, que así como se van, están plantando, están sentando, están montando las
bases de un modelo de desarrollo neo-extractivista en toda América Latina”
(Viajeros, señoritos, soñadores. Cultura económica reciente en cono sur).