1. Escribir
es cumplir. Eso es así. En los últimos años trabajé con docentes de secundario,
estudiantes de posgrado e ingresantes universitarios y leyéndolos pude ir
encontrando dos o tres problemas sobre los que podríamos inventar un espacio.
Pero todo lo que se diga ha de ser dicho teniendo en cuenta esto: que la
escritura en las instituciones educativas está asociada a tarea, proyecto,
evaluación, examen, acta, prueba, entrega… Una práctica que queda siempre vinculada
a algo más formal-administrativo que investigativo-personal.
2. Imagino
a veces a mis cursantes como participantes de unas redes de contrabando. Los
visualizo arriesgando su integridad al meterse en los precarios pasillos del
spam virtual a buscar resúmenes de dudosa procedencia y mala calidad. No se
trata de ponerse legalista ni moral, ya veremos que no. Sólo quiero contar,
para empezar, algo que probé en un curso. Un razonamiento que tuve cuando
entendí que el examen escrito presencial tradicional lo único que en el fondo
logra, más allá de las buenas intenciones, es alimentar el mercado negro del
pastiche y fomentar el tráfico de síntesis de segunda mano.