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miércoles, 4 de agosto de 2021

Habemus libro: La novela de la violencia en el fútbol

Este no es exactamente un trabajo periodístico ni un informe socioantropológico más sobre la violencia en el fútbol. Es, en todo caso, un libro sobre hacer un libro sobre la violencia en el fútbol.  O, si se quiere, un ensayo acerca de los lenguajes con los que se aborda el problema en Argentina y una exploración de otras maneras de contarlo. ¿Cómo hacerlo sin policializar –o sea, sin separar- lo futbolero (el hinchismo), lo académico (la especialización en el tema), lo laboral (un trabajo de asesoría) y lo biográfico? ¿Desde dónde hablar? ¿Cómo coser las texturas de la universidad y el estado con las de lo íntimo personal? Para interesados en el asunto así como en reflexionar sobre escritura, cuerpos y masculinidad... (Disponible en www.juansodo.com)


domingo, 15 de julio de 2018

Diario de escritura, ciudad, generación y trabajo (II)


Por lo general pasa que me siento a dejar pasar el tiempo en los bancos de las plazas. Que después entro, y leo, y me quedo un buen rato en los bares. Que camino, sin demasiado rumbo planificado por los barrios y las calles de la ciudad. Así suelen ser mis atardeceres. Si alguien viera la secuencia desde afuera, seguramente no vería a un bohemio, ni a un flaneur benjaminiano, ni a un errante ético, ni a un infiltrado en misión clandestina. Tampoco vería a un situacionista en deriva peatonal ni a un romántico: vería, simplemente, a alguien que está solo y que no tiene que ir a ningún lado.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Diario de escritura, ciudad, generación y trabajo

Cada tanto pasa que me levanto, y de la nada, como si la marca de los anteriores se hubiese borrado de golpe, no lo encuentro, tardo semanas enteras, a veces incluso meses en volver a encontrar el hilo de los días. ¿En qué estaba yo?, ¿qué hacía?, ¿por qué era que vivía acá?, ¿para qué me tenía que levantar?, ¿qué tenía que hacer hoy?, ¿pero qué tenía que hacer hoy? Entonces vuelvo a las páginas de la libreta y releo: me repaso, me subrayo a mí mismo, me agarro a la letra.

jueves, 14 de marzo de 2013

Nubes amarillas naranjas


1. Tratar de dormir y de despertarse. Ir de la cama al escritorio. Nada más salir del monoambiente para las necesidades básicas. Despertarse y dormir.

2. En algún lugar de la ciudad, seguro dos hermanitos entran felices a su casa con la flamante pelota de cuero que en el supermercado acaban de comprar. Mientras se sirven Coca del freezer dejan la bocha quieta en el medio del patio. El gato que tienen como mascota se acerca entre tímido y curioso a husmear la nueva presencia. En eso, la pelota estalla y revienta en gajos. Los chicos salen alarmados por el estruendo y se encuentran con el suceso. Uno le echa la culpa al gato, que ha corrido disparado hacia los techos.

jueves, 22 de marzo de 2012

Los indios tayrona y otras postales ecuacolombianas


1. Un veterano indio Tayrona, a Daniela, una amiga austríaca, dialogando sentados al atardecer en la playa de Ciudad Perdida, norte de Colombia casi Venezuela, reflexionando entre consternado e incrédulo, en cualquier caso con gesto de desaprobación, al observar cómo un exhausto contingente de turistas recién llegados se interna en las reparadoras aguas del caribe: "Yo no sé por qué insisten con bañarse en el mar. El mar… el mar es para los peces"
2. La veteranía es un rara habis en los Tayrona. Según dicen, su promedio de vida es de cuarenta años, hecho que algunos adjudican a los mosquitos. Parece que, para ahuyentarlos, los Tayrona duermen todas las noches en sus chozas alrededor de un fuego. Así, lo que ganan en repelencia lo pierden en salud, dado que la tolerancia del pulmón humano al humo, según parece, es, aproximadamente, de unos cuarenta años.
3. Taganga, pueblo de los alrededores de Santa Marta, región de pantanos y ciénagas. Obvia humedad. Calles de tierra. Mucha basura tirada y muchos perros. Frente a la puerta de cada casa, cada familia sentada tomando el fresco escucha a todo volumen su propio ballenato. Un perro no se rasca las pulgas: se las muerde.
4. Cualquier tarde de Cartagena y Santa Marta en noviembre. Se nubla. Empieza a llover hasta la madrugada. A los diez minutos de tormenta, ya las calles se vuelven ríos de agua olorosa y negra. Solo quedan miles de taxis y vendedores con el agua hasta las rodillas. A la mañana del otro día las mujeres vuelven a deambular por la ciudad paseando al sol sus atributos y nadie parece recordar la lluvia.