Ayer fue el último día de clases y a la noche fuimos a comer un cordero a
la casa de los Berardi. Como en la sobremesa la conversación de los adultos me
aburrió, pregunté si me dejaban ir a la cocina a ver televisión. En un momento
la hija de los Berardi entró y me dijo si quería salir a la vereda a jugar con
los demás, pero le dije que prefería quedarme escuchando las noticias. Después
vino su hermano más grande y se puso a hacer comentarios sobre el programa de
actualidad política que yo estaba viendo. Igual, con él ya casi no se puede
hablar: últimamente está demasiado desarrollista.
Algo parecido pasa con el hermano del medio, el que va conmigo, con la diferencia de que él anda con los reformistas. Tal es así que en el último trimestre se fue alejando en los recreos cada vez más del grupo de los laboristas. Una tarde la maestra lo retó, aduciendo que entre compañeritos no deben existir las internas. Claro, ella porque seguro está influenciada por su sobrino, que también le anda bajando línea a la hija de los Berardi, y tiene una postura más frentista.