1. Volver de vacaciones se parece cada vez más a un split en
verano: lo apagás y al minuto ya hace calor de nuevo, no quedan marcas en el
ambiente ni en el cuerpo, como si nunca te hubieras ido a ningún lado. La subjetividad
split es contemporánea de esta otra afirmación: hoy no estamos en soledad
cuando nos quedamos solos en casa sino recién cuando salimos a la calle a hacer
alguna tarea. Esto es algo que podría decir Jonathan Franzen. O el compañero
Agustín Valle.
Por mi parte, lo pude
comprobar yendo a trabajar a Santa Fe, cada quince días, durante más de dos
años. Me la pasaba en autos o en reuniones, rodeado de abogados, funcionarios,
choferes y policías; y en tiempos en que la gestión del ocio es una ocupación
agobiante (dónde ir, cómo encontrarse, qué música escuchar, de dónde bajar los
subtítulos), cada viaje intensivo de esos resultaba liberador. Al contrario del
mini turismo, volvía renovado. Una fiesta del descanso por vía de la súper
agenda y la hiper-reunión. La esfera pública era un remanso.