miércoles, 6 de junio de 2018

Recomendaciones para leer (#Columna 6)


1. Volver de vacaciones se parece cada vez más a un split en verano: lo apagás y al minuto ya hace calor de nuevo, no quedan marcas en el ambiente ni en el cuerpo, como si nunca te hubieras ido a ningún lado. La subjetividad split es contemporánea de esta otra afirmación: hoy no estamos en soledad cuando nos quedamos solos en casa sino recién cuando salimos a la calle a hacer alguna tarea. Esto es algo que podría decir Jonathan Franzen. O el compañero Agustín Valle.

Por mi parte, lo pude comprobar yendo a trabajar a Santa Fe, cada quince días, durante más de dos años. Me la pasaba en autos o en reuniones, rodeado de abogados, funcionarios, choferes y policías; y en tiempos en que la gestión del ocio es una ocupación agobiante (dónde ir, cómo encontrarse, qué música escuchar, de dónde bajar los subtítulos), cada viaje intensivo de esos resultaba liberador. Al contrario del mini turismo, volvía renovado. Una fiesta del descanso por vía de la súper agenda y la hiper-reunión. La esfera pública era un remanso.


Haciendo una analogía, hay una hipótesis que quiero plantear: leer es salir, ir a algún lado a estar con otros y a que te lean.

2. Antes: existe algo que podríamos llamar teoría de la mediamorfosis. Si pensamos en clave ecológica, medioambiental, mcluhaniana, podemos tomar a los medios de comunicación como especies. En el ecosistema o esfera de medios, o sea en la mediósfera, conviven entonces diferentes materialidades (papel, pantalla, sonido) y diferentes temporalidades (el vivo, el grabado). Cada tanto una de esas materialidades y una de esas temporalidades hegemoniza a las otras y, en una suerte de darwinismo comunicacional, para sobrevivir, las obliga a reconfigurarse.

La radio que también se ve -paradigma Vorterix- es un ejemplo de medio que se adapta a un contexto hegemonizado por la imagen. El diario que se actualiza minuto a minuto es un ejemplo de medio que se adapta para no sucumbir a la instantaneidad de los tiempos. ¿Por qué, alguien, habría de esperar al día siguiente para ver lo que ya circuló en twitter y en las redes hasta el hartazgo? Hasta ahí los ejemplos cantados. Ahora bien, ¿cómo se ubicaría, en la mediamorfosis actual, supongamos, la literatura?

3. Hablar de “la literatura” no tendría mucho sentido, pero sí podríamos hablar de los que escriben y decir que en este marco la escritura se vuelve más online (en vivo) y más interactiva cada vez. ¿Cuál sería el sentido de escribir, hoy, sin tener el feedback inmediato o estar conectado al timeline del teléfono?

La brecha entre escribir y publicar se acorta. La escritura va adoptando gradualmente las formas de la bitácora, la crónica, el registro al estilo de un diario, las formas breves de la postal en prosa. Hay escritores profesionales que escriben directamente en facebook y de ahí después salen libros en papel. El tiempo de la improvisación de Alberto Giordano, Felix Bruzzone y Los diarios del Piletero.

De paso, ¿por qué funcionan tanto los diarios de escritor? Como por ejemplo los de Piglia. ¿Por qué hay un boom del género? Puede ser por dos cosas: una, el entrenamiento fisgón que nos dan las redes sociales. Otra, una necesidad anti-neurótica de estacionamiento y desacelere de la experiencia cotidiana. Leer los diarios de alguien o mirar las temporadas completas de una serie es encontrar un refugio, un lugar en el que sabremos que vamos permanecer a resguardo de la sobresaturación de ofertas y decisiones que tomar, al menos por un rato.

4. Vamos pasando en limpio: escribir y publicar en nuestra época son lo mismo. El publicar como automatismo. Casi nada de lo que escribimos es para no ser publicado. La proliferación de plataformas digitales accesibles, el hábito emisionista al que nos fuerza el algoritmo para mantenernos visibles o la precariedad del freelancer necesitado de generar contenido a cambio de dinero son algunos vectores de producción de la subjetividad escritural publicante.

Entrenada, a su vez, en políticas culturales promotoras de concursos, becas y premios que fueron haciendo que escribir, ya se trate de existencias simbólicas o de recursos materiales, sea siempre para algo o para acceder a algo.

En este punto se abren dos problemas. Uno que dialogaría con quienes participan de gestorías culturales, de activismos militantes o de proyectos editoriales, y que se condensaría en una pregunta: ¿cómo publicar sin que ese publicar implique seguir aportando signos a ese magma de publicaciones imposibles de procesar? ¿Y si se pensara al publicar menos como el acto individual de alguien que como el de armar comunidad y volver público algo? Un texto, en ese sentido, pasaría a valorarse no tanto por su carácter de novedad o por sus ventas como por su quantum de encuentricidad.

El otro problema sería el que formulábamos al principio: con la cantidad enfermiza de ventanas abiertas, de ofertas circulando y de gente publicando cosas haciéndote sentir en falta permanente, ¿por qué, alguien, estando solo y en su casa, va a poder leer?

5. Recuerdo haber estado en situaciones en las que un grupo numeroso de personas escucha a unos autores under leer cuentos, poesías, ensayos o fragmentos enteros de novela a las dos de la mañana en, supongamos, presentaciones, bares, centros culturales… Casi no miran el celular. Casi que en ningún momento pierden la atención ni el entusiasmo.

Recuerdo preguntarme: ¿qué hacen ahí?, ¿cómo no se desconcentran?, ¿por qué se quedan?  Pienso también en la tendencia de escritores consagrados que terminan haciendo lecturas de su obra en espectáculos teatrales a sala llena.

Y es considerando ambas cosas que si usted, lector, por la razón que fuere, quiere seguir siendo un lector, ampliando un poco lo dicho en el texto anterior, propongo, a manera de recomendaciones, estas siguientes:

Cargar la tarjeta sube. Evitar preferentemente la carga manual así de paso puede interactuar con el humano al otro lado de la ventana. Nunca se sabe lo que pueda pasar.
Fijarse en facebook o en Instagram los eventos del fin de semana. Priorizar aquellos con flyer en los que dice que hay que pedir la dirección por privado.
Una vez en el lugar, preguntarse: cómo estar juntos hoy. Para que hoy, acá, se dé algún tipo de comunidad, ¿qué se necesita de mí?, ¿qué puedo traer para aportar?
• La lectura que se va a escuchar tiene que primero entretener. Tener-entre. Tiene que dar ganas de vivir, escribir. Terminar con el sesgo racional de las palabras al modo de Neil Postman.
• Es muy importante que el espacio propicie mantener el cuerpo quieto, idealmente sentado, con mesa o alguna superficie, en lo posible lisa, para apoyar el vaso de vino o cerveza.
Si nada de esto resultara, volverse follower de un podcast o suscriptor de un canal de libros en audio para escuchar mientras sigue con lo que está haciendo en su cotidianeidad.
• Comprarse unos auriculares buenos. Los que vienen incluidos con el teléfono no tienen terminación redondeada ni almohadilla plástica y hacen mal la oreja.
• La lectura mono-estímulo (vista) se va a terminar. Activar otros planos sensoriales. Se lee con el ojo, con el oído y con todo lo que se pueda o se tenga a mano.
Escribir sus propias recomendaciones para leer. Y pasarlas. Si cada uno escribe las suyas, entonces querrá decir que todos habremos estado leyendo, al menos algo.