1. Un veterano indio
Tayrona, a Daniela, una amiga austríaca, dialogando sentados al atardecer en la
playa de Ciudad Perdida, norte de Colombia casi Venezuela, reflexionando entre
consternado e incrédulo, en cualquier caso con gesto de desaprobación, al observar
cómo un exhausto contingente de turistas recién llegados se interna en las
reparadoras aguas del caribe: "Yo no sé por qué insisten con bañarse en el
mar. El mar… el mar es para los peces"
2. La veteranía es un
rara habis en los Tayrona. Según dicen, su promedio de vida es de cuarenta
años, hecho que algunos adjudican a los mosquitos. Parece que, para
ahuyentarlos, los Tayrona duermen todas las noches en sus chozas alrededor de
un fuego. Así, lo que ganan en repelencia lo pierden en salud, dado que la
tolerancia del pulmón humano al humo, según parece, es de, aproximadamente... unos cuarenta años.
3. Taganga, pueblo de
los alrededores de Santa Marta, región de pantanos y ciénagas. Obvia humedad.
Calles de tierra. Mucha basura tirada y muchos perros. Frente a la puerta de
cada casa, cada familia sentada tomando el fresco escucha a todo volumen su
propio ballenato. Un perro no se rasca las pulgas: se las muerde.
4. Cualquier tarde de
Cartagena y Santa Marta en noviembre. Se nubla. Empieza a llover hasta la
madrugada. A los diez minutos de tormenta, ya las calles se vuelven ríos de
agua olorosa y negra. Solo quedan miles de taxis y vendedores con el agua hasta
las rodillas. A la mañana del otro día las mujeres vuelven a deambular por la
ciudad paseando al sol sus atributos y nadie parece recordar la lluvia.
5. Asado al aire
libre al mediodía con unos rosarinos en Puerto Misahuallí, selva amazónica
secundaria del ecuador. Nos rodea un grupo de unos diez monos. Uno logra
franquear nuestra endeble defensa. Se acerca a la mesa. Huye con la botella del
off.
6. Granja de
rehabilitación de animales amazónicos para su futura reinserción en la vida
natural, a orillas del río Napo, saliendo de Misahuallí una hora río abajo.
Zona de jaula de los monos. Uno de los coordinadores del emprendimiento: “Ese
mono grandote que ven ahí en el medio es el padre. Hace poco lo soltamos. Lo
largamos por acá cerca para observar su comportamiento. Pero algo y enseguida
lo tuvimos que traer de vuelta: el primer día que anduvo suelto se comió una
tortuga y mató a otros dos monos”.
7. Trayecto en
colectivo de Quito a Esmeraldas. Kilómetros enteros de campos de unos plátanos
gigantes, monstruosos. Pueblitos perdidos cada tanto. Suben unos cinco o seis
niños que vienen de jugar un partido de fútbol contra niños de otro pueblo. Se
acercan curiosos y empieza la tanda de preguntas: “¿Usted es de por acá?” “No”
“¿Y anda solo?” “Sí” “Y cómo es que anda solo: ¿no tiene mamá?” “Tengo” “¿Y su
mamá qué le dice, lo deja?”… Y siguen: “¿Usted sabe andar a caballo?” “No” “¿No
sabe?” “No, no sé, en serio” “Y cómo, ¿anda con sus pies solitos nomás?, ¿no se
cansa de ir tan despacito?”
8. Kiosco. “¿Cuánto
cuesta ese chocolate?” “Ese sale 25 centavos. Y si lleva dos, le dejo los dos a
50” “Pero cómo 2 por 50, no entiendo...” “Claro, es la promoción: 1 X 25, 2 X
50”.
9. Cualquier
terminal. “¿A qué hora sale el colectivo?” “Ahorita nomás. Ahorita cuando se
llene sale”.
10. La imagen de un
viajero mal llevado y fundamentalista que brota, en el mirador de Salento, zona
cafetera colombiana, un lunes feriado a la tarde repleto de turistas, ante la
hartante y vociferadora oferta de uno de los tantos vendedores ambulantes: “Hay
fritada, sequito de poio a un dólar, bebida cola agüita. Hay fritada, sequito
de poio a un dólar, bebida cola agüita. Hay...” “Sí, y también hay demasiada
gente y demasiado griterío, por qué no se callan un poco y lo dejan a uno ver
la puesta del sol tranquilo”.
11. La imagen del
mismo viajero, luego de horas y horas con fiebre arriba de un colectivo al que
cada dos metros suben toda clase de vendedores a los gritos: “Tengo juguito de
coco, helado, tengo empanadas, sequito de poio aguita fresca…” “Sí, y yo tengo
puesta una remera blanca, ¿y?”.
12. Noche con un
grupo de belgas, suizos y holandeses. Boliche en Baños de Agua Santa, oriente
del Ecuador. Suena de fondo el Tutá Tutá, de los Decadentes. Delirio. Estalla
la pista. Un pibe y una piba lugareños. Él me mira. Ella de espaldas y mirando
al suelo. Él se acerca: “Ella pregunta si no quiere bailar” “No amigo, le agradezco,
pero yo por lo general no bailo”. “Dele, no sea malito, baile, baile con
ella...”.
13. Desde la mañana a
la noche, cada diez minutos, altoparlante desde la sede comunal de Montañita,
la mejor pero más despreciable playa del Pacífico, con locutor oficial
emitiendo en vivo distintos comunicados a los vecinos y habitantes del pueblo:
“… Les reiteramos que
todavía nos quedan unos noventa frascos de veneno para las ratas que nos ha
enviado el ministerio de salud para erradicar las ratas. Reiteramos: a toda
aquella familia que aún no se haya acercado, vengan con su correspondiente
documentación a retirar lo que es el veneno para las ratas que ha enviado el
ministerio de salud del gobierno. Acérquense con su documentación
correspondiente que todavía nos quedan frascos de lo que es el veneno para las
ratas… ”
“… También les
reiteramos que, una vez que la rata está muerta, por favor no arrojarla a la
basura ni a la calle. Por favor, no, porque eso puede traer nuevas enfermedades
de lo que es la rata. Lo que recomendamos es que, una vez que la rata está
muerta por la acción de lo que es el veneno para las ratas, hacer un pequeño
hueco en la tierra, arrojar la rata y prenderle fuego… ”
“… Nuevamente aquí
desde la comuna, para hacer un llamado a la solidaridad de todos aquellos que
quieran donar dinero para nuestro compañero Jacinto Borbor Borbor quien,
representando al equipo de fútbol de nuestro pueblo, sufrió en un choque rotura
de mandíbula, y tiene que someterse a una costosa operación en la capital. Les
reiteramos: llamamos a la solidaridad para colaborar con la familia de nuestro
compañero Jacinto Borbor Borbor… ”
14. Hediondo puente
sobre el arroyo de desagües y desechos que cruza Montañita: pasa flotando un
gato muerto.