1. Tratar de dormir y de despertarse. Ir de la cama al escritorio. Nada
más salir del monoambiente para las necesidades básicas. Despertarse y dormir.
2. En algún lugar de la ciudad, seguro dos hermanitos entran felices a su casa con la flamante pelota de cuero que en el supermercado acaban de comprar. Mientras se sirven Coca del freezer dejan la bocha quieta en el medio del patio. El gato que tienen como mascota se acerca entre tímido y curioso a husmear la nueva presencia. En eso, la pelota estalla y revienta en gajos. Los chicos salen alarmados por el estruendo y se encuentran con el suceso. Uno le echa la culpa al gato, que ha corrido disparado hacia los techos.
3. Pero nadie la lleva peor que los perros callejeros: pensando que la
brea derretida es agua, se tiran a la calle y los autos los revientan
pasándoles por encima. Todos los días se producen nuevos casos de perros
pescados con estómagos de por sí ruidosos reventados. En las Oficinas de Medio
Ambiente los vecinos se quejan ante los empleados municipales de Barrido y
Limpieza... También parece que, cual hurones, algunos perros están
prefiriendo lanzarse al Paraná desde las barrancas. Incluso se dice que
aquellos que logran atravesar el río, al cruzarse con la fauna autóctona de la
zona de islas, estarían dando lugar a nuevas especies.
4. Justo ahora, tener que escribir un guión nuevo.
5. Mail del Fenómeno: me vine a instalar a Funes, en la casa del
Torcido, huyendo de Rosario. Juego mucho al freesby. Ando muy bien. Encontré
cómo es el movimiento. La idea es que la muñeca corte la dirección en que se
mueve el brazo, para que el freesby no agarre esa comba que es tan molesta.
Así, se dirige recto hacia la otra persona y ya no existen las distancias. Es
un instante en el cual la muñeca genera un shock benjaminiano. Ni el Torcido ni
sus amigos lo han captado, a pesar de mi insistencia, de mi pedagogía.
6. Mail de mi hermana. Empezó a ver una nueva serie. Ciega a citas se
llama. Pasa el link. La temporada completa son ciento ochenta y nueve
capítulos. Debe ser una porquería. Otro intento fallido por innovar en materia
de comedia looser.
7. Ir a la verdulería de la otra cuadra. Llegar a la esquina para
cruzar. Tantear desde el cordón con el pie...
8. Verdulero: El kilo está a ocho pesos, pero si querés te dejo todas
éstas que sobraron del cajón anterior por diez. Mirá que ofertón, pensalo bien:
un kilo son más o menos seis naranjas y vos acá te estarías llevando tres,
seis, nueve, doce… dieciocho naranjas por dos pesitos más. ¿Qué son dos pesitos
hoy en día? Eso sí: vas a tener que comértelas rápido porque en tres o cuatro
días se te pudren eh.
9. Mi hermano vivía en una pensión hacinada de chicos arriba de la
popular local en la cancha de Central. Pero eran estudiantes, no jugadores de
fútbol. Para llegar a la piecita había que pasar por interminables pasillos y
recovecos, oscuros, angostos, subir escaleras, agacharse cuerpo a tierra en un
tramo y arrastrarse bajo unos alambres blancos, pisar bolsas para no pisar
barro... Un día iba yo, supongamos de visita. Ese día jugaba Central contra
Newells. Lo raro es que teníamos entrada para verlo desde la popular baja de la
parte visitante, donde en algún momento alguien ponía una bandera gigante o
algo así y entonces ya no se veía nada.
10. Curiosidad por saber qué hubiera hecho Pinki Fontaine en días como
estos
11. ¿Llamo o no llamo, llamo o no llamo? Ma si: yo llamo y listo, total…
12. El Ñato por la webcam. Se compró dos pequineces gemelos. Pregunto:
¿no tenés miedo que con todo este asunto les pase algo? Dice que no y pone los
perros mellizos en cámara para que los conozca. Efectivamente son idénticos.
Uno se llama Rocky y el otro se llama Rambo. ¿Y cómo sabés cuál es cuál? Muy
simple, contesta: Rambo es el que tiene la vincha y Rocky es el que tiene los
guantes.
13. De nuevo El Fenómeno: En el freesby la lógica amigo-enemigo se
fractura. El otro es aquel al que le debo hacer llegar mi mejor vuelo y
asimismo yo me comprometo a capturar el suyo. A diferencia del tenis, donde
debo introducir la pelota dentro de unos límites buscando que no pueda
devolverla, en el freesby el otro completa mi tiro (a diferencia del boomerang,
en el cual yo mismo cierro su vuelo). Dicho esto, creo que podríamos llegar a
comprender lo más propio del freesby: el frisbee es del orden de la ofrenda.
14. A lo mejor necesite tener un perro.
15. Casa de infancia. Papá hacía un asado. En el jardín había chanchos.
Hermana andaba con una pava de agua hirviendo y como que los regaba. Entonces
los chanchos se encogían, se arrugaban y hacían chiquitos. ¿No chillan?, le
preguntaba. Chillan por dentro.
16. Si con una naranja por día venía bien, qué necesidad. Las naranjas
tienen que adaptarse mi ritmo, no yo al ritmo de las naranjas.
17. Hoy se puede salir lejos. Llueve. Compro un sándwich envasado y me
siento a comer en un banco del boulevard Oroño. Una de las cosas que más me
gustan del boulevard es el desfile constante de mujeres que pasean con sus
perros. Se lo digo a la cincuentona con pinta de separada que se me sienta al
lado haciendo un alto en el paseo de su doberman. En eso se acerca otro perro
que se pone a husmear entre las partes del doberman. Lejos del conflicto
inminente que temía y que me hizo terminar el sándwich con una tensión
innecesaria, los perros se ponen a jugar, se dan topetazos, saltan, se
corretean. Es como si ya se conocieran, comento a la cincuentona. Todos los
perros que van por Oroño se conocen, contesta.
18. No, no va, definitivamente: para poder escribir tal vez haya que
irse a vivir a otro lado. Como Pinki Fontaine. Irse, eso es.
19. Otra vez lo mismo: llamo y me corta, llamo y me corta. Le dejo
un mensaje en el contestador y me corta.
20. Lo lamento por aquellos a los que adoptando se podría salvar de un
final trágico como pescados, pero si todos los perros van a terminar
conociéndose entonces mejor no tener ningún perro.
21. Suena el teléfono. ¿Será? Es el Ñato para ver si quiero acompañarlo
al Parque Urquiza a la noche a pasear los perros gemelos. Le pongo cualquier
excusa. Además, enganchado con Ciega a citas: lo bueno que está el capítulo
treinta y siete...
22. Comprarse un aire acondicionado. Eso. Comprarse uno y contribuir a
colapsar el tendido eléctrico de la ciudad.
23. Teléfono de nuevo. ¿Es no es?, ¿es no es? Eugenho Brasilero es.
Invita a navegar por la isla. Digo que vengo atrasado con el trabajo. Pero la
pura verdad es que me dan miedo los huroperros.
24. Cumplir treinta y dos, o treinta, pero no treinta y un años. No al
menos en un lugar y en mes como éste.
25. Vendedor: Entiendo que para un monoambiente tan chico no tendría
sentido un aparato con tanta potencia, pero fijate: por dos mil doscientos
pesos tenés éste de doscientas veinte frigorías, y con la promoción de la
tarjeta te podés llevar uno de tres mil frigorías por dos mil cuatrocientos. Te
conviene, prácticamente no hay diferencia.
26. No hay caso: sigue sin atender ni devolver los llamados...
27. Mail de Eugenho Brasilero: cuenta que lo bueno de los huroperros es
que se están comiendo a las ratas que vienen con los camalotes que vienen
bajando del norte.
28. Listo, está decidido: ni bien pueda, vendo todo y me voy.
29. Toc-Toc. Puerta. El administrador del consorcio. Viene a decir que
la vecina ya lo llamó cinco veces para quejarse por el aire acondicionado. ¿Por
el ruido?, pregunto. No, por el frío. Ya que estamos lo hago pasar. Le ofrezco
jugo de naranja.
30. Ma si mamá, qué querés que te diga: si no querés atender no
atiendas.
31. Segundo día para salir lejos. Encontrarse en Plaza Sarmiento para ir
en colectivo a Funes a pasar el cumpleaños: hermanos, Eugenho Brasilero, El
Ñato, Rocky y Rambo. El Fenómeno allá nos espera, El Torcido le dejó la casa.
Desde que está el aire acondicionado tengo de nuevo ataques de alergia, pero
creo que igual podré jugar al frisbee en gran nivel. Arrancamos. Brasilero
tiene el asiento nueve, hermana el doce y yo el diecisiete.