jueves, 14 de marzo de 2013

Nubes amarillas naranjas


1. Tratar de dormir y de despertarse. Ir de la cama al escritorio. Nada más salir del monoambiente para las necesidades básicas. Despertarse y dormir.

2. En algún lugar de la ciudad, seguro dos hermanitos entran felices a su casa con la flamante pelota de cuero que en el supermercado acaban de comprar. Mientras se sirven Coca del freezer dejan la bocha quieta en el medio del patio. El gato que tienen como mascota se acerca entre tímido y curioso a husmear la nueva presencia. En eso, la pelota estalla y revienta en gajos. Los chicos salen alarmados por el estruendo y se encuentran con el suceso. Uno le echa la culpa al gato, que ha corrido disparado hacia los techos.

3. Pero nadie la lleva peor que los perros callejeros: pensando que la brea derretida es agua, se tiran a la calle y los autos los revientan pasándoles por encima. Todos los días se producen nuevos casos de perros pescados con estómagos de por sí ruidosos reventados. En las Oficinas de Medio Ambiente los vecinos se quejan ante los empleados municipales de Barrido y Limpieza... También parece que, cual hurones, algunos perros están prefiriendo lanzarse al Paraná desde las barrancas. Incluso se dice que aquellos que logran atravesar el río, al cruzarse con la fauna autóctona de la zona de islas, estarían dando lugar a nuevas especies.

4. Justo ahora, tener que escribir un guión nuevo.

5. Mail del Fenómeno: me vine a instalar a Funes, en la casa del Torcido, huyendo de Rosario. Juego mucho al freesby. Ando muy bien. Encontré cómo es el movimiento. La idea es que la muñeca corte la dirección en que se mueve el brazo, para que el freesby no agarre esa comba que es tan molesta. Así, se dirige recto hacia la otra persona y ya no existen las distancias. Es un instante en el cual la muñeca genera un shock benjaminiano. Ni el Torcido ni sus amigos lo han captado, a pesar de mi insistencia, de mi pedagogía.

6. Mail de mi hermana. Empezó a ver una nueva serie. Ciega a citas se llama. Pasa el link. La temporada completa son ciento ochenta y nueve capítulos. Debe ser una porquería. Otro intento fallido por innovar en materia de comedia looser.

7. Ir a la verdulería de la otra cuadra. Llegar a la esquina para cruzar. Tantear desde el cordón con el pie...

8. Verdulero: El kilo está a ocho pesos, pero si querés te dejo todas éstas que sobraron del cajón anterior por diez. Mirá que ofertón, pensalo bien: un kilo son más o menos seis naranjas y vos acá te estarías llevando tres, seis, nueve, doce… dieciocho naranjas por dos pesitos más. ¿Qué son dos pesitos hoy en día? Eso sí: vas a tener que comértelas rápido porque en tres o cuatro días se te pudren eh.

9. Mi hermano vivía en una pensión hacinada de chicos arriba de la popular local en la cancha de Central. Pero eran estudiantes, no jugadores de fútbol. Para llegar a la piecita había que pasar por interminables pasillos y recovecos, oscuros, angostos, subir escaleras, agacharse cuerpo a tierra en un tramo y arrastrarse bajo unos alambres blancos, pisar bolsas para no pisar barro... Un día iba yo, supongamos de visita. Ese día jugaba Central contra Newells. Lo raro es que teníamos entrada para verlo desde la popular baja de la parte visitante, donde en algún momento alguien ponía una bandera gigante o algo así y entonces ya no se veía nada.

10. Curiosidad por saber qué hubiera hecho Pinki Fontaine en días como estos

11. ¿Llamo o no llamo, llamo o no llamo? Ma si: yo llamo y listo, total…

12. El Ñato por la webcam. Se compró dos pequineces gemelos. Pregunto: ¿no tenés miedo que con todo este asunto les pase algo? Dice que no y pone los perros mellizos en cámara para que los conozca. Efectivamente son idénticos. Uno se llama Rocky y el otro se llama Rambo. ¿Y cómo sabés cuál es cuál? Muy simple, contesta: Rambo es el que tiene la vincha y Rocky es el que tiene los guantes.

13. De nuevo El Fenómeno: En el freesby la lógica amigo-enemigo se fractura. El otro es aquel al que le debo hacer llegar mi mejor vuelo y asimismo yo me comprometo a capturar el suyo. A diferencia del tenis, donde debo introducir la pelota dentro de unos límites buscando que no pueda devolverla, en el freesby el otro completa mi tiro (a diferencia del boomerang, en el cual yo mismo cierro su vuelo). Dicho esto, creo que podríamos llegar a comprender lo más propio del freesby: el frisbee es del orden de la ofrenda.

14. A lo mejor necesite tener un perro.

15. Casa de infancia. Papá hacía un asado. En el jardín había chanchos. Hermana andaba con una pava de agua hirviendo y como que los regaba. Entonces los chanchos se encogían, se arrugaban y hacían chiquitos. ¿No chillan?, le preguntaba. Chillan por dentro.

16. Si con una naranja por día venía bien, qué necesidad. Las naranjas tienen que adaptarse mi ritmo, no yo al ritmo de las naranjas.

17. Hoy se puede salir lejos. Llueve. Compro un sándwich envasado y me siento a comer en un banco del boulevard Oroño. Una de las cosas que más me gustan del boulevard es el desfile constante de mujeres que pasean con sus perros. Se lo digo a la cincuentona con pinta de separada que se me sienta al lado haciendo un alto en el paseo de su doberman. En eso se acerca otro perro que se pone a husmear entre las partes del doberman. Lejos del conflicto inminente que temía y que me hizo terminar el sándwich con una tensión innecesaria, los perros se ponen a jugar, se dan topetazos, saltan, se corretean. Es como si ya se conocieran, comento a la cincuentona. Todos los perros que van por Oroño se conocen, contesta.

18. No, no va, definitivamente: para poder escribir tal vez haya que irse a vivir a otro lado. Como Pinki Fontaine. Irse, eso es.

19. Otra vez lo mismo: llamo y me corta, llamo y me corta. Le dejo un  mensaje en el contestador y me corta.

20. Lo lamento por aquellos a los que adoptando se podría salvar de un final trágico como pescados, pero si todos los perros van a terminar conociéndose entonces mejor no tener ningún perro.

21. Suena el teléfono. ¿Será? Es el Ñato para ver si quiero acompañarlo al Parque Urquiza a la noche a pasear los perros gemelos. Le pongo cualquier excusa. Además, enganchado con Ciega a citas: lo bueno que está el capítulo treinta y siete...

22. Comprarse un aire acondicionado. Eso. Comprarse uno y contribuir a colapsar el tendido eléctrico de la ciudad.

23. Teléfono de nuevo. ¿Es no es?, ¿es no es? Eugenho Brasilero es. Invita a navegar por la isla. Digo que vengo atrasado con el trabajo. Pero la pura verdad es que me dan miedo los huroperros.

24. Cumplir treinta y dos, o treinta, pero no treinta y un años. No al menos en un lugar y en mes como éste.

25. Vendedor: Entiendo que para un monoambiente tan chico no tendría sentido un aparato con tanta potencia, pero fijate: por dos mil doscientos pesos tenés éste de doscientas veinte frigorías, y con la promoción de la tarjeta te podés llevar uno de tres mil frigorías por dos mil cuatrocientos. Te conviene, prácticamente no hay diferencia.

26. No hay caso: sigue sin atender ni devolver los llamados...

27. Mail de Eugenho Brasilero: cuenta que lo bueno de los huroperros es que se están comiendo a las ratas que vienen con los camalotes que vienen bajando del norte.

28. Listo, está decidido: ni bien pueda, vendo todo y me voy.

29. Toc-Toc. Puerta. El administrador del consorcio. Viene a decir que la vecina ya lo llamó cinco veces para quejarse por el aire acondicionado. ¿Por el ruido?, pregunto. No, por el frío. Ya que estamos lo hago pasar. Le ofrezco jugo de naranja.

30. Ma si mamá, qué querés que te diga: si no querés atender no atiendas.

31. Segundo día para salir lejos. Encontrarse en Plaza Sarmiento para ir en colectivo a Funes a pasar el cumpleaños: hermanos, Eugenho Brasilero, El Ñato, Rocky y Rambo. El Fenómeno allá nos espera, El Torcido le dejó la casa. Desde que está el aire acondicionado tengo de nuevo ataques de alergia, pero creo que igual podré jugar al frisbee en gran nivel. Arrancamos. Brasilero tiene el asiento nueve, hermana el doce y yo el diecisiete.