Paula hace terapia con un psicólogo que la
atiende con su perro echado en el consultorio. Paula no está muy conforme con
el progreso del tratamiento, pero se siente muy comprometida con el perro del
psicólogo. Un día le pregunta si no quiere que lo saque a pasear y a él no le
parece mal. Paula le pregunta entonces si está de acuerdo en tomarlo como un
intercambio: ella le pasea al perro y él a cambio le condona, o al menos, le rebaja
sus honorarios. A lo que el psicólogo responde que no, que lo del perro es cosa
de ella y los honorarios no se tocan. Acto seguido vemos a Paula, después de su
sesión semanal, llevando al perro al canil de la plaza del barrio un par de
horas, gratis. Hay un paseador muy lindo que vio que le gusta pero que justo va
al canil en otro horario.
Sebastián va caminando y pasa por una
barbería que en su ventanal anuncia una promoción de 2 X 1 en pelo y barba.
Sebastián entra indignado e increpa, a los gritos, a los muchachos de la
barbería; les dice que él no tiene ni pelo ni barba, que qué se creen, y que
por porqué no se dedican a hacer un trabajo digno y a ofrecer algo que sea útil
para la gente. Los muchachos de la barbería (son dos) bajan el volumen del
reggaetón que están escuchando, lo invitan a sentarse y le ofrecen un mate.
Sebastián acepta.
Lisandro camina una tarde y entra a un
local de ropa porque necesita un pantalón. Busca en el perchero y ninguno lo
convence: ni los precios, ni los colores, ni los modelos, ni los talles. De
todos modos, el vendedor lo invita a probarse alguno sin compromiso y Lisandro,
ya que está, accede. Viéndose en los espejos, su falta de convencimiento se
refuerza. Lisandro entonces se viste, dobla el pantalón, sale del probador, se
acerca al mostrador, saca la billetera y pregunta a qué hora abren al día
siguiente. El encargado le contesta que los sábados no trabajan y que recién
abren el lunes a las 10 de la mañana, pero que justo ese lunes es feriado, así
que el martes. Lisandro sale del local pensando en los tres días que lo separan
de volver para cambiar el pantalón que se está llevando.
Julio va caminando, ve a un indigente
sentado contra la pared de un tapial con la mirada ausente, se apiada y le
acerca un billete. Un transeúnte advierte la secuencia y lo increpa: qué haces
-vocifera- ¿no te das cuenta que él no te pidió nada? Así lo estás poniendo en
un lugar denigrante -lo alecciona- lo estás cosificando… Julio primero
reacciona contra el transeúnte y le contesta mal, pero después, cuando el tipo
se aleja y él se calma, reflexiona que a lo mejor esa intervención no sea del
todo desacertada. Julio atina entonces a retirar su billete, justo cuando otro
transeúnte lo observa y se pone a gritar, creyendo que le está robando al
indigente.
Carla es invitada a participar de una
orgía a la que también es invitado Esteban. Cuando el evento finaliza, cada
invitado se ducha, se viste y vuelve a su casa. Carla se va en su auto, agarra
por una avenida y en un semáforo reconoce a Esteban como el conductor del auto
de al lado. Ambos cruzan una mirada cómplice (vos sos el que estaba recién en…
¿no?) y se hacen un gesto de saludo. La marcha se reanuda y vuelven a quedar a
la par en dos semáforos más. Al tercer semáforo cada uno se hace el distraído y
se pone a mirar su celular.