domingo, 16 de febrero de 2020

Cincuenta ideas sobre "violencia en el fútbol"**

1. Intervenir como asesores en el problema que nos convoca es intervenir desde la perspectiva de nuestro campo, sí, pero no solamente. Se trata de articularla, mucha imaginación teórica  mediante, con perspectivas como las de los estudios sobre fuerzas de seguridad, la criminología, la sociología del delito, estudios sobre juventud, género, seguridad ciudadana. Incorporando saberes de la gestión pública, la comunicación, el urbanismo, la arquitectura, las políticas culturales, el deporte social entre otras. Desde esa articulación es que nos paramos.

2. Algo es seguro: exceptuando a los hinchas, un estadio de fútbol es un lugar en el que nadie pareciera querer estar. Una cancha está compuesta por un conjunto de cuerpos que, si pudieran elegir, seguramente preferirían no estar ahí. Ese es el escenario de partida en el que nos movemos. Nos paramos en una articulación y nos movemos en un escenario.

3. Si se postula que lo propio de la organización de un evento deportivo masivo con intervención del Estado es el ordenamiento de los cuerpos en el espacio, la pregunta que siempre va a estar de fondo es cómo se va a ejercer el control. Siendo esquemáticos, hablando en términos de tipos ideales, conocemos hasta ahora dos grandes modelos: el policial-disciplinario y el tecnológico-monetario. El que se verifica en los partidos de nuestra Liga y el que seguimos por televisión cuando vemos un mundial, el fútbol europeo o grandes finales internacionales.

4. Si en el primero se controla mediante tácticas policiales de avance (cacheos), amedrentamiento (caballos, armas), prontuarización y separación de los cuerpos a través de dispositivos materiales (vallas, rejas, pulmones, fenólicos, cordones, alambres…), en el segundo se lo hace mediante un mix de vigilancia panóptica monitoreada, individualización biométrica, plateización, seguridad privada y selección natural económica al elevar considerablemente los precios de tickets, abonos y entradas, suponiendo la existencia de una relación directa, bastante racista por cierto, entre la variable “conflicto” y la variable “clases populares”.

5. Hablando de supuestos. Son supuestos del modelo tecno-monetario: a) el fútbol no es un bien cultural sino una mercancía como cualquier otra; b) los asistentes tienen derechos de consumidor; c) hay que tratarlos con lógica de servicio y brindarles confort; e) cualquier elemento que obstaculice el normal desarrollo del negocio, o sea del espectáculo, debe ser marginado. Mientras que los supuestos del modelo policial-disciplinario, serían: f) un partido de fútbol es un evento intrínsecamente peligroso; e) todo hincha es un irracional sospechoso de antemano; g) la rivalidad es lo que enardece aún más al hincha; h) todo hincha es un potencial enemigo del orden pero lo que plantea la hipótesis de conflicto concreta es la presencia de la barra.

6. Partidos con hinchada visitante no se disputan desde el año 2013 y las estadísticas demuestran que, sin embargo, tomando por ejemplo al clásico rosarino, el número de efectivos policiales supuestamente destinado a amortiguar la rivalidad, en proporción no ha bajado. En cuanto a la barra, queda a la vista que funciona en tándem con la policía, como un brazo para-estatal regulador de los ilegalismos en las adyacencias y contenedor del desborde en la tribuna. La barra ayuda a la policía en su trabajo (ordenando el ingreso, echando a los “rochos” que punguean a los propios, bajando personas del alambrado). Los jefes de los operativos hablan con los jefes de las barras para coordinar traslados de colectivos y facilitar llegadas. Por funcionar con espíritu de cuerpo, estructuras de mando vertical, tener forjado el temple y estar acostumbrados al manejo de armas de fuego, los policías se entienden mejor con los barras. La policía tiene temor reverencial a la barra. Así como Santiago Uliana es uno de los profesionales con mayor imaginación sociológica para pensar formas estatales de intervención (como el Proyecto Tribunas Compartidas o el Programa Banco de Prácticas hinchísticas, ver páginas), José Garriga Zucal es el antropólogo que más conoce sobre las similitudes de funcionamiento entre policías e hinchadas.

7. Desarmados los vectores de “riesgo” G y H, queda en pie el F. ¿Qué elementos hay en la historia fundacional del fútbol argentino que nos ayuden a entender cómo se formó y arraigó este discurso que asocia el fútbol a la peligrosidad? ¿Qué papel tuvo el Estado? ¿Tuvieron algún rol los medios de comunicación en la construcción de ese imaginario? ¿Cómo se podría desmontar?

8. Si el problema del modelo europeo global es que borra las marcas locales, el problema del modelo policial-disciplinario son todos los mensajes que trafica, bajo la premisa de que los lugares simbólicos crean siempre prácticas materiales (y viceversa). Al avanzar sobre los cuerpos, contribuye a despojarlos de su intimidad y a des-investirlos de responsabilidades. Al quitarles, por ejemplo el encendedor, les está diciendo que son incapaces de cuidarse solos, los está infantilizando. Al arrinconarlos, los está animalizando.  Al separarlos, les está diciendo que la rivalidad es peligrosa. Al enrejarlos, los está invitando a saltar la reja. Y al tener un doble estándar respecto de la barra, los está agilando. Les está diciendo que son unos perejiles y que si quieren ser bien tratados, no hacer cola y no ser revisados, tienen que ser de la barra y entrar por un costado. En la misma línea de la teoría de los mensajes silenciosos, dice Sebastián Sustas: “Las separaciones espaciales entre hinchas tanto en los accesos como en el interior de los estadios funcionan como un mecanismo de promesas autocumplidas, que terminarán por exacerbar el enfrentamiento entre hinchas, produciendo así más prácticas violentas. El hincha recibe un mensaje de imposibilidad de convivencia con el rival de turno, con el otro… ” (2013: 369)

9. Las preguntas que están en juego en estos dos modelos, tanto como en un tercero superador que quiera construirse, son entonces algunas de estas: ¿qué es un estadio seguro?, ¿cómo se va a entender y a ejercer el control social? Un partido de fútbol es un evento de qué tipo, ¿público, privado, mixto? ¿Es más un patrimonio cultural o un producto de mercado?  Cómo se concibe a los hinchas, ¿como sujetos de derechos civiles o como clientes con derechos de consumidor que siempre tienen la razón? Dónde va a estar puesto el foco, ¿en las tareas de prevención o en las de sanción? ¿Cuál es la concepción de seguridad? ¿Cuál es la concepción de violencia? Dónde va a estar el eje, ¿en la integridad física, en el confort, en dónde? ¿El espacio del estadio es considerado cómo? ¿Cómo se va a segmentar a los hinchas en el espacio? ¿Van a primar los dispositivos disciplinarios de ordenamiento o los culturales? ¿La lógica del cuidado o del autocuidado? ¿Los agentes de control serán públicos o privados, serán policías o civiles? En caso de que sean policiales, ¿procederán de alguna división especializada con capacitación y formación para el evento en cuestión?, ¿estarán armados o no? ¿Qué lugar tendrá la tecnología? ¿Qué rol tiene el Estado? ¿Qué rol tienen los clubes? ¿Qué rol tienen los hinchas en la gestión de la seguridad? ¿Quién pone qué? ¿Quién financia qué? ¿Quién se hace cargo de los gastos? Cómo se dividen las responsabilidades, ¿por jurisdicción (adentro / afuera) o por función? ¿Cómo vamos a organizar el evento y dónde va a estar eso asentado por escrito? ¿Quién va a fiscalizar el cumplimiento de todo esto?

10. En términos similares lo plantea, en los párrafos finales de su tesis, Diego Murzi: “¿Dónde está puesto el foco de atención cuando se conciben las políticas, medidas y dispositivos de control alrededor del fútbol? ¿El foco está puesto en la seguridad de las personas, entendida como la protección física frente a la acción de otras personas? ¿Está puesto en la defensa del “orden público”, amenazado por los “sujetos peligrosos” que habitan los estadios de fútbol? ¿Está puesto en la custodia del fútbol como producto, para el cual la irrupción del caos, el desorden y la violencia suponen una degradación de su valor como mercancía televisiva y comercial? ¿O está puesto en evitar los hechos de violencia en tanto estos han adquirido, definitivamente, la capacidad de perjudicar el capital político de los actores de gobierno, configurando lo que denominamos mercancía política? En definitiva, nos preguntamos: ¿qué cuida y que protege la seguridad deportiva? (2019: 365)”

11. Se puede proponer un tercer modelo, alternativo a estos dos grandes paradigmas. Que partiría de la interlocución con los actores involucrados en el evento, principalmente los hinchas; y que se basaría en el desplazamiento de sentidos y en la recreación de lenguajes asociados a la rivalidad. El lenguaje hegemónico actuado en la cancha por todos es el lenguaje de la barra. Y en el lenguaje de la barra, ganan la policía y la barra.

12. Para eso hay que preguntarse: ¿de qué resistencias e impugnaciones son capaces los grupos de hinchas? Javier Bundio es el investigador al que tener como interlocutor para esta pregunta. Hay otras: ¿cómo se pueden desplazar sentidos? ¿Se puede reemplazar un ensamblado de lenguajes por otro? ¿Qué diseño estético de la tribuna podría competir en atracción con el de la barra? ¿Qué canciones se pueden componer sin utilizar palabras tales como “correr”, “matar”, “coger”, etcétera? ¿Cómo lograr que los componentes plebeyos, vitales, murgueros, carnavalescos, inventivos, opaquen a los masculinos aburridos, bélicos? De lo que se trataría, sin pasteurizar la rivalidad constitutiva, es de una nueva política de percepción. Eso y abrir preguntas hacen a la especificidad de una tarea de asesoría. Y en esa nueva sensibilidad, la tarea de dos actores: las mujeres y los hinchas organizados.

13. De nuevo: el problema del lenguaje futbolero no sería tanto moral como de tipo ético-estético: el lenguaje hegemónico (cánticos y gestualidades sexistas, xenófobas, machistas, racistas…) entristece los cuerpos, en el sentido de que les quita autonomía, los vuelve hablados por esa máquina discursiva de hacer hablar que es el hinchismo en Argentina. Es un problema del orden del aburrimiento.

14. Toda situación puede ser pensada como una conjunción de cuerpos y palabras. Por lo general, quienes ponen el cuerpo no ponen la palabra y quienes ponen la palabra no ponen el cuerpo. En la organización del evento deportivo hay voces que faltan. Una es la de uno de los actores que más ponen el cuerpo en un estadio de fútbol: precisamente, los hinchas organizados. En esa línea, durante 2016 trabajamos en la creación de un espacio que congregue y represente a los hinchas organizados de los cinco clubes principales de la provincia de Santa Fe con el objeto de discutir y elaborar acciones para el desarrollo de una política pública. Los ejes aglutinantes del primer encuentro fueron tres: el diseño de la seguridad, la perspectiva de género en el fútbol y el fortalecimiento institucional.

15. Dos acuerdos principales: los hinchas presentes acordaron que para disminuir los niveles de violencia no se trata de borrar las rivalidades constitutivas de sus sentidos de pertenencia e identidades colectivas, sino más bien de reconocer la práctica en común que todos, en cada uno de sus clubes, comparten en su calidad de hinchas. Prácticas que pueden dividirse en tres tipos: institucionales, comunitarias y festivas. Ir hacia un fortalecimiento con colaboración estatal de sus prácticas es también construir política de seguridad en el fútbol. El otro consenso significativo se registró en torno al regreso del público visitante a los estadios. Se reconoce como normal que hinchas de clubes rivales compartan momentos de sociabilidad. Asados, partidos de fútbol y momentos en bares son lugares donde los hinchas se encuentran antes y después de algunos partidos. A su vez, el viaje es percibido como una forma de cohesionar y visibilizar los grupos. Se entiende que todas estas vivencias están en parte obturadas por la lógica del operativo policial.

16. ¿Pero cómo trabajar con los grupos de hinchas, que son quienes se supone deberían motorizar este nuevo modelo, cuando éstos están invisibilizados y no son siquiera percibidos? Por la policía, que es incapaz de percibir que el universo de hinchas del fútbol argentino no constituye una masa uniforme ni homogénea. Por los medios, cuya agenda noticiable relacionada con los hinchas de fútbol se reduce a la noticiabilidad de la agenda barra y hechos vinculados con incidentes. Por los funcionarios públicos, muchas veces acuciados por las urgencias mediático-policiales que se presentan y los terminan haciendo prestar exclusiva atención a los barras. Por el sentido común no-futbolero, que asocia hinchas de fútbol a barras. Y por la terminología académica, que no ha encontrado un modo afirmativo de nombrarlos.

17. ¿Y si fuera que los hinchas fueran el límite, lo rechazado, porque son los únicos que, pudiendo elegir, igual eligen estar ahí? Plusvalía pasional. El límite de toda política de estado relacionada con el fútbol son, hasta ahora, los hinchas organizados...


** [Se pueden leer las 50 ideas completas en el sitio web de la ONG Salvemos al Fútbol: salvemosalfutbol.org/2020/08/19/50-ideas-sobre-violencia-en-el-futbol/)