Dada la coincidencia
calendaria entre un gobierno que se va y el libro que llega, había pensado en escribir
sobre las cinco diferencias entre Atilio, el perro protagonista de uno de los
relatos de Damián Huergo, y Balcarce, el perro de uno de los relatos de Jaime
Durán Barba. Pero mejor guardemos las formas. Enumero entonces cinco cosas que
el lector puede aprender leyendo Biografía
y Ficción, cuentos, editados por Notanpuan, de reciente publicación.
1. Poner el cuerpo. Así como Viajes
con Charley, de Steinbeck, es leído como un manual literario para el
viajero, Biografía y Ficción, de
Huergo, puede ser tomado como un manual literario para el hombre de frontera. México
y Estados Unidos, Argentina y España, la adolescencia y la adultez, la cordura
y la locura, lo legal y lo turbio, el trabajo y la desocupación, Capital y el
Conurbano, ser hijo y ser padre: en la cartografía de Damián, los personajes son
como migrantes existenciales que siempre están cruzando, o a punto de cruzar, esa
línea divisoria que los separa de algo. Cuando hablamos de migraciones, solemos
hacer foco en sus planos más emotivos. Pero migrar es también una actividad
física. Hay que manejar kilómetros, subirse a un bote y remar, escaparse
corriendo de un auto, caminar cargando sillones. Hay que afinar el oído y atender
los llamados que envía nuestro cuerpo, dispuestos a ir hasta el fin del mundo, siempre
y cuando se nos lo pida sin palabras, como el perro Atilio en el primer cuento.
2. Afinar el oído pero también el ojo. La ciudad se va armando
durante la noche, cuando no la miramos, dice el Negro Di Paola en uno de los
cuentos. Con la música que me enseñaba, dice el narrador en otro, El Ñoqui me
sacudía la forma de mirar. En varios relatos aparece el tema de la mirada. Que
vuelve en el último, con esos turistas culposos que entran a un museo de arte
contemporáneo y apenas miran la obra. Cuando uno quiere escribir ficción,
tiendo a pensar, conviene tener desocupado el canal del lenguaje. O sea, conviene tener un trabajo que no esté tan vinculado
a la escritura, como sí lo están ser cientista social en Conicet o periodista precarizado
en un medio gráfico. El mismo razonamiento podría extenderse al canal de
la vista. Y ahí, doble mérito el de Huergo, que trabaja como tutor virtual, y
guionista, y tallerista virtual, y sin embargo, saturado su ojo en las
pantallas, no por eso deja de ver, ni de ser, un logrado narrador visual. Segunda
cosa que aprendemos: sin ver no se puede narrar.
3. Toda biografía es política. Con el Rodrigazo del 75 tu abuelo
puede comprarse un par de hectáreas por dos mangos. Con la ley de divorcios del
alfonsinismo, tus papás se separan. Con la crisis del 2001 las fábricas
quiebran, sos estudiante y lo terminás conociendo a Ongaro. Explota la burbuja
financiera en España, la piba argentina con la que vivís deja de poder pagar el
alquiler y te quedas solo, mientras ella vuelve al país… Siempre me llamó la
atención la capacidad que la política tiene para direccionar las derivas de
nuestra biografía. A juzgar por la cantidad de referencias que hay en sus 136 páginas,
es una inquietud que el autor del libro comparte. Avellaneda, sin ir más lejos,
aparece nombrada como un cementerio industrial. Entonces la política, y la
economía, ahí, sobre-determinando el curso de una vida, y modelando, además,
los contornos de un territorio. ¿Y los de un cuerpo?, cabría agregar. No aguanto
más la presión económica, dice un amigo. La siento en la cabeza. Es como si
tuviera una morsa.
4. Los peligros de quedarse. En varios de los cuentos aparecen
referencias a las drogas. Una lectura desconfiada podría inferir que se trata
de un yeite editorial o de un comodity a exportar en el mercado piola de los
consumos culturales clasemedieros. Prefiero pensar otra cosa. Y adivinar, atrás
de la droga, en los paisajes de Biografía
y Ficción, a personajes que no pudieron pasar alguna frontera y ahora están
más bien aburridos, o melancolizados. Conviene distinguir. Una
notificación que te hace llegar el cerebro para avisarte que estás por entrar
en un adelante que se presenta como amenazador. Eso es la angustia. A diferencia de la melancolía, donde no
hay amenaza alguna que contener ni hostilidad que conjurar porque directamente
lo que no hay es adelante. Lo que hay es un puro atrás. Tuvimos nuestro momento
y lo hemos perdido. Lo mejor ya nos pasó. Nos quedamos buscando algo de lo que
ni siquiera recordamos la forma.
5. Querer las cosas. Hay al menos tres grandes figuras para pensar
las relaciones entre vida y escritura. La del viejo diario íntimo, la figura
facebook, y una que, a falta de nombre mejor, podemos llamar “figura Piglia”. En
la primera, la escritura se parece a un dispositivo
expresivo-confesional de lo prohibido. Por ejemplo Cheever. En la segunda, la vida
va muy rápido, lo precario desborda y necesitamos testigos. En los posteos que
hacemos, la escritura toma la forma de una bitácora de navegación, o sea, un dispositivo
cotidiano de elaboración de la experiencia. Ahí, entre los escritores
profesionales podemos mencionar a Felix Bruzzone o Alberto Giordano. Para
Piglia, por último, según leemos en los Diarios
de Emilio Renzi, la escritura funciona como laboratorio de investigación. Dicho
esto, agrego una cuarta: la figura Huergo. Sus paisajes, su universo de
pertenencia, su familia, su pasado y sus antepasados: Damián escribe para
procesar y ensanchar las relaciones de entrañabilidad que él tiene con todo lo
que ya quiere. El entrañabilismo huergueano. Entre la sociología y la ternura,
su proyecto literario.
En una de sus últimas
apariciones mediáticas, el autor del libro sostuvo que a los personajes se los
conoce mejor cuando están solos. En esa línea, hay una escena de un relato de Biografía y Ficción que me gusta mucho. No
tiene sentido reproducirla acá, léanlo. El asunto es que me recordó a la famosa
frase de John Lennon: La vida es eso que pasa mientras estamos ocupados
haciendo planes. Podríamos reformularla. Sería un sexto aprendizaje. Y sería así:
“la vida es también eso que pasa
mientras miramos pasar el último tren, ese que duerme en Alejandro Korn, sólo
unas horas, porque a las tres y media vuelve a salir, cargado de gente, hacia
Plaza Constitución”.