Este año fue
una porquería igual que todos los anteriores, salvo 1990 y 2008 que estuvieron
buenos. 2008 fue un año
de intenso activismo político. Con los compañeros de un grupo en el que
participaba casi hacemos la revolución pero a último momento no supimos decidir
cómo ir vestidos.
Una de las
industrias que más creció en 2012 fue la funeraria. Cualquier sala brinda hoy servicios de primer
nivel: aire acondicionado, catering, sillones de diseño, ataúdes
personalizados, sistema de promociones y descuentos. El confort necesario para
que todos tengan una agradable velada. Empezando por el muerto.
La otra
industria con mayor crecimiento fue la del rubro almohadas. Tal ha sido su diversificación y desarrollo que
logró expandirse a un segmento de mercado siempre proclive a los problemas para
dormir y sus consecuentes malestares cervicales: el de las jirafas.
Es mentira
que se puede estar en eje. Nadie puede estar en equilibrio con el universo ni
con el cosmos. Nadie puede mantener con las cosas una relación armónica. Nadie,
ni siquiera León Gieco.
Pero no quería hablar
acá tan estrictamente de mí sino de una figura emergente en nuestros tiempos:
la masculinidad no viril.
Se acercan
las fiestas. El masculino no-viril no
usa el horno. Le da terror meter el brazo ahí adentro. El masculino no-viril no
usa pirotecnia. Extremadamente sensible, sufre las navidades. Le toma las
gotitas al perro. Y en las noches de año nuevo, a la hora de brindar se
hace el desentendido cuando llega el momento de destapar una sidra o descorchar
un champán.
Hablábamos
de industrias.
Ver sangre
le baja la presión. Las alturas le dan vértigo. Como no sabe hacer nudos, sogas
no podría usar. Tampoco armas, porque los ruidos le hacen mal. En la industria
del suicidio la masculinidad no-viril pareciera no tener cabida.
Las Heras,
el pueblito petrolero perdido en la Patagonia, famoso por ser uno de los sitios
del país con mayor tasa de suicido adolescente. Para el masculino no viril
suicida ahí tiene que haber un lugar.
Pero no es fácil
permanecer en el sur siendo forastero. El viento te despeina a cada rato y
si jugás al fútbol se te va la pelota a Trelew. Donde si la vas a buscar te
fusila el Ejército. Además, ver tantas ovejas hace que todo el tiempo tengas
sueño.
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¿Por qué nadie nota que fumo?
Situación
recurrente: estar en un lugar en el que hay conocidos de hace tiempo y manguear
encendedor para salir a fumar.
— Qué, ¿vos
fumás? ¡No sabía!
— Pero claro
que fumo, ¿nunca te habías dado cuenta?
Ya no sé qué
hacer para que lo noten. ¿Tan poca cara de fumador tengo?
La sociedad tolera a los
homosexuales. Y a los metrosexuales. Pero discrimina al masculino no-viril. En
una época de sobrecodificaciones no se soporta lo indeterminado, lo que no
tiene casillero disponible, lo que no encaja. Así, la masculinidad
no-viril se vuelve una postura eminentemente política. El masculino no-viril es
conciente. Y opta por ser un subversivo.
Es otra cosa. El masculino
no-viril no es el hombre urbano de moda en los últimos años. Lánguido,
prolijamente femenino, aséptico, casi asexuado. Todo lo contrario.
Si bien no
es el chongo ni el macho argentino -con cierto aire de timidez, cariñoso,
contemplativo, genuinamente interesado en escuchar, con el mundo interior
propio de un niño autista- el masculino no-viril es un tipo visceralmente
apasiondo.
Así es como
se distancia de la que tal vez sea figura paterna hegemónica para el sexo
opuesto y se hace fuerte en su singularidad haciendo valer la escasez en el
mercado del apareamiento.
Claro que
eso le funciona hasta los treinta. Pasado ese umbral queda desfasado, ya medio
aburre, pierde el encanto.
Hartas y advertidas, mis
últimas novias una a una se fueron moviendo a la otra punta del dial: la de las
no preguntas, la punta de las seguridades y las certezas que sólo pueden darte
el peronismo y los varones nacionales populares.
Cecilia por
ejemplo, empleada administrativa, estudiante de arquitectura sin militancias
previas, a la semana de cortar ya se había anotado para participar de unos
talleres sobre el legado de Hernández Arregui.
Después está
entre otros el caso de Betiana, actriz con pasado anarquista, eterna
trabajadora precaria de las que hacen encuestas para consultoras de mercado. La
volví a ver después de un mes, en una foto del Diario apareciendo en primer
plano junto a una bandera de la agrupación Arturo Jauretche con gesto de estar
vociferando consignas a grito pelado.
Para colmo, todos los
peronistas fuman. Y a mí, que fumo desde los catorce, cuando digo
que simpatizo con el campo popular, por alguna razón nadie me cree.