lunes, 8 de octubre de 2012

Llorar para arriba (#CCD 3)


Varón argentino, de melancólica tendencia a la inmadurez y comportamiento obsesivo, si se halla usted atravesando un muy reciente desencanto amoroso con cierto despecho, he aquí algunos consejos, extraídos de un capítulo de  nuevo libro enviado a la redacción de este blog por Lumpen, editorial líder en el rubro. Esperando le resulten de utilidad, a continuación los compartimos:

1. Proceda inmediatamente a eliminar de su celular el número telefónico de la mujer en cuestión. Esto le ahorrará no solamente el envío de los clásicos mensajitos de cuando esté a la madrugada borracho, o de un domingo a la tarde en la que, culposo, vuelva de tener un tristísimo sexo casual, sino además, y especialmente, el papelón propio de pasar por la siguiente secuencia:
Primer llamado: “te odio”
Segundo llamado: “perdón”
Tercer llamado: “perdón las pelotas, te odio”
Cuarto llamado: “perdón, pero no por lo que te dije sino por la manera en que te lo dije”
… Y así hasta llegar al llamado número treinta, momento en el cual interviene, o la policía o el hermano mayor, o el nuevo acompañante de la dama y usted no sólo que se ve obligado a desistir de esos llamados tan productivos que realiza sino también a huir del país.
No sea tonto. No hay necesidad. No sume problemas a los que ya tiene. Piense, por ejemplo, en las dificultades de adaptación a su nueva vida de exiliado. Según nuestros registros, este consejo ha sido aplicado con éxito en el 88% de los casos.
1.1. Si por casualidad resultara usted perteneciente a esa rara minoría de los que poseen el don de almacenar en su cerebro informaciones tales como el año en que Martín Karpan debutó en TV, la formación de Platense del 92, los track que anteceden y preceden a X canción en X disco o los diálogos enteros de un capítulo de Seinfeld, es decir, sujetos caracterizados por una elevada predisposición a la memoria a la vez que por una penosa capacidad para el olvido; si usted es uno de ellos y, aunque lo elimine, al número igual se lo va a seguir acordando, vaya considerando seriamente la posibilidad de amputarse los dedos de su mano hábil.
Sabidas son las dificultades que tenemos los seres humanos para teclear con un muñón. Usted dirá: “bueno, pero me queda la otra mano”. Sí claro, pero, para cuando la adiestre en el arte de la manipulación de objetos de altísima precisión como un celular, ya todo habrá terminado.
1.2. Si no es de esos, tiene que saber que, de todos modos, los primeros meses sin ese número que tanto significado tiene serán duros, más cuando se trataba de uno de sus números liberados. Tiempos trabajosos. Días de atardeceres largos. En ese sentido, y a manera de anticipación, vaya familiarizándose con la siguiente escena: usted mismo, en medio de una crisis de abstinencia, después de haber revisado infructuosamente en los primeros mails de la relación y en agendas viejas, revolviendo en la basura de su casa como un ciruja, a ver si en una de esas ahí encuentra los restos de alguna vieja factura que, en la parte del detalle, le revele esos nueve dígitos, clave, PIN, contraseña de la vida, código secreto que pareciera cifrar el sentido de su existencia.
1.3. En caso de que la mujer objeto de su desencanto no tenga hermanos ni acompañante nuevo, sea una chica progre que ve con malos ojos dar parte a la policía o simplemente alguien dispuesta a tolerar su patetismo adolescente, y suponiendo que usted decida no cortarse los dedos o que encuentre el número en la basura; haciendo de cuenta que ocurre todo eso y logra comunicarse, si en el diálogo ella deja alguna puerta abierta de cara a un futuro retorno, no le crea. Es una trampa. Bajo ningún punto de vista le crea. Eso es lo que los especialistas llaman histeria y es algo que llevan años practicando, todos los días de su vida desde muy pequeñas.
Sépalo: están entrenadas, son buenas en eso, saben a qué juegan. De cada diez veces usted podrá ganarles en una, pero en las nueve restantes estará perdido de antemano. Convénzase. Y aprenda a admirarlas en su complejidad: son seres superiores las mujeres.
1.4. En definitiva: mejor que llamar es llorar. Eso le alivia el pecho y no le trae malas consecuencias. Llore mucho, cada vez que pueda. En el baño, en el colectivo, en la cancha. Llore para arriba, que es el mejor de los llantos. Y si no puede, entonces intente otra cosa. Vomite, escupa, lo que sea, pero haga algo urgente con ese pecho.
2. Sepa que al principio, cada vez que salga a la calle, cada cuadra, cada esquina, cada lugar que vea lo llenará al mismo tiempo de nostalgia y de enojo, le traerá a la vez buenos y malos recuerdos. El despecho es así: incoherente. “Incoherente” palabra que seguramente le suena. En este punto, no son muchas las opciones disponibles para usted: o se muda de ciudad o sale con un monóculo, cuestión de aunque sea ver la mitad de las cosas.
Pero cuidado, tenga en cuenta el consejo 1.1: manco y disminuido visual, ¿no será mucho? Quizás la mudanza sea mejor idea. Aunque la adaptación al exilio, cierto.
3. Durante un tiempo prudencial, evite las reuniones con amigos machistas tanto como el diálogo con amigos psicólogos. Los primeros, lo llenarán de resentimiento. Para qué, si con el suyo propio usted ya tiene suficiente. Además, si hay algo de lo que sus amigos machistas disfrutarán será de gastarle todo tipo de broma sexista acerca de su flamante muñón. Tan solo Imagínese con ellos en un asado. Los psicólogos, por su parte, lo llenarán de escepticismo. Tratarán de contenerlo con frases intelectuales del estilo de “la mujer no existe”, “todo encuentro es fallido”, “toda comunicación está condenada al malentendido”, frases que no llegan siquiera a rozarlo, porque si hay algo que en ellas no está contemplado es el cuerpo, cuando usted, si hay un problema que en ese momento precisamente tiene, éste no es ningún otro que el de ya no saber qué corno hacer con las pasiones que exuda su cuerpo.
3.1. Tampoco es un buen momento para involucrarse con actividades orientales de las coloquialmente denominadas yoguis. Éstas le propondrán consignas tales como “perdonar”, “dejar ir” y demás, y usted por entonces no es sino un guerrero sediento de venganza contra esa mujer que acaba de hacerlo caer nuevamente en la trampa.
4. Crea. A medida que el escepticismo inicial propio del desencanto todavía fresco se seque y vaya disipando, crea. Nuevamente: no escuche en exceso a los psicólogos. Todas esas frases son, probablemente, de gente que no sabe lo que es involucrarse en una relación poniendo el cuerpo. Usted lo que no sabe es procesar la ruptura, pero seguro que entregándose a una persona querida es muy bueno. Crea entonces en el aprendizaje de lo vivido. Y sobre todo crea en el amor.
Porque es innegable que hay amores narcisistas, amores edípicos, amores egoístas y amores propios de dos personas que se cruzan o se encuentran en un “mal momento”. Según nuestros estudios, eso en algún punto existe siempre por supuesto. Pero, ¿y el otro amor, el más genuino, el de disfrutar de la compañía de alguien haciendo las cosas que más nos gustan? No vaya a ser que lo deje pasar, estando ocupadísimo en sospechar que el suyo con esa mujer acaso sea uno de los cuatro anteriores. “La vida es eso que te pasa cuando estás ocupado en cosas importantes”, decía John Lennon. En ese caso, tendrá que aprender a desocuparse. Y así la próxima lo dejará pasar de largo un poco menos. Al amor, ojo, no a John Lennon.
4.1. Crea en el amor en un sentido genérico. En el amor a la Vida y al Otro. En este sentido, el amor es todo aquello que abre y crea posibles. Saludar a quienes se cruza cotidianamente, convidar un mate en el parque, acordarse del nombre de la kiosquera, detenerse a escuchar, hacer una pregunta que denote interés, hacer un chiste que desencadene risas genuinas, transmitir buena energía, generar buenos climas… son gestos de amor.
Pero procure no someter esto a una racionalidad instrumental: recuerde que se trata de algo que se da y se hace desinteresadamente, porque sí, porque (le) hace bien. Son gestos que se hacen por eso y no tanto porque puedan llegar a acarrearle buenos resultados. Procure, en similar dirección, no confundir con el amor de mercado: no reduzca al día de San Valentín ni al de los Enamorados. Finalmente, tenga cuidado de no asimilarlo con el amor frívolo: ¿a quién no tienta ser visto por familiares y amigos con la chica más linda del barrio? En suma, crea en el amor. Y en John Lennon.
5. Cuando vuelva a salir de noche con sus amigos machistas, en el caso en que estos no hayan decidido ralearlo producto del insostenible uso de monóculo, o de sus sospechosas proclamas en favor del amor, diviértase. Ríase. Y va a notar cómo, pese al olor a basura que su cuerpo aun probablemente emane, enseguida surgirán oportunidades de conocer nuevas mujeres y volver a empezar. Recuerde que existe mucha gente valiosa y sola y que usted tiene mucho para dar. 
6. Si, llegado a esta instancia, sus problemas persisten y sus dificultades para olvidar continúan, tal vez sea una interesante idea indagar en las relaciones con personas de su mismo sexo. Quién le dice. Nuestro banco de datos lo avala. Y además, ya son varios y reconocidos los referentes de actividades coloquialmente denominadas yoguis que lo están aconsejando. Nunca se sabe. Manténgase abierto.