Varón argentino, de melancólica tendencia a
la inmadurez y comportamiento obsesivo, si se halla usted atravesando un muy
reciente desencanto amoroso con cierto despecho, he aquí algunos consejos,
extraídos de un capítulo de nuevo libro
enviado a la redacción de este blog por Lumpen,
editorial líder en el rubro. Esperando le resulten de utilidad, a
continuación los compartimos:
1. Proceda inmediatamente a eliminar de su
celular el número telefónico de la mujer en cuestión. Esto le ahorrará no
solamente el envío de los clásicos mensajitos de cuando esté a la madrugada
borracho, o de un domingo a la tarde en la que, culposo, vuelva de tener un
tristísimo sexo casual, sino además, y especialmente, el papelón propio de
pasar por la siguiente secuencia:
Primer llamado: “te odio”
Segundo llamado: “perdón”
Tercer llamado: “perdón las pelotas, te
odio”
Cuarto llamado: “perdón, pero no por lo que
te dije sino por la manera en que te lo dije”
… Y así hasta llegar al llamado número
treinta, momento en el cual interviene, o la policía o el hermano mayor, o el
nuevo acompañante de la dama y usted no sólo que se ve obligado a desistir de
esos llamados tan productivos que realiza sino también a huir del país.
No sea tonto. No hay necesidad. No sume
problemas a los que ya tiene. Piense, por ejemplo, en las dificultades de
adaptación a su nueva vida de exiliado. Según nuestros registros, este consejo
ha sido aplicado con éxito en el 88% de los casos.
1.1. Si por casualidad resultara usted
perteneciente a esa rara minoría de los que poseen el don de almacenar en su
cerebro informaciones tales como el año en que Martín Karpan debutó en TV, la
formación de Platense del 92, los track que anteceden y preceden a X canción en
X disco o los diálogos enteros de un capítulo de Seinfeld, es decir, sujetos
caracterizados por una elevada predisposición a la memoria a la vez que por una
penosa capacidad para el olvido; si usted es uno de ellos y, aunque lo elimine,
al número igual se lo va a seguir acordando, vaya considerando seriamente la
posibilidad de amputarse los dedos de su mano hábil.
Sabidas son las dificultades que tenemos
los seres humanos para teclear con un muñón. Usted dirá: “bueno, pero me queda
la otra mano”. Sí claro, pero, para cuando la adiestre en el arte de la
manipulación de objetos de altísima precisión como un celular, ya todo habrá
terminado.
1.2. Si no es de esos, tiene que saber que, de todos modos, los primeros meses sin
ese número que tanto significado tiene serán duros, más cuando se trataba de
uno de sus números liberados. Tiempos trabajosos. Días de atardeceres largos.
En ese sentido, y a manera de anticipación, vaya familiarizándose con la
siguiente escena: usted mismo, en medio de una crisis de abstinencia, después
de haber revisado infructuosamente en los primeros mails de la relación y en
agendas viejas, revolviendo en la basura de su casa como un ciruja, a ver si en
una de esas ahí encuentra los restos de alguna vieja factura que, en la parte
del detalle, le revele esos nueve dígitos, clave, PIN, contraseña de la vida,
código secreto que pareciera cifrar el sentido de su existencia.
1.3. En caso de que la mujer objeto de su
desencanto no tenga hermanos ni acompañante nuevo, sea una chica progre que ve
con malos ojos dar parte a la policía o simplemente alguien dispuesta a tolerar
su patetismo adolescente, y suponiendo que usted decida no cortarse los dedos o
que encuentre el número en la basura; haciendo de cuenta que ocurre todo eso y
logra comunicarse, si en el diálogo ella deja alguna puerta abierta de cara a
un futuro retorno, no le crea. Es una trampa. Bajo ningún punto de vista le
crea. Eso es lo que los especialistas llaman histeria y es algo que llevan años practicando, todos los días de
su vida desde muy pequeñas.
Sépalo: están entrenadas, son buenas en
eso, saben a qué juegan. De cada diez veces usted podrá ganarles en una, pero
en las nueve restantes estará perdido de antemano. Convénzase. Y aprenda a
admirarlas en su complejidad: son seres superiores las mujeres.
1.4. En definitiva: mejor que llamar es
llorar. Eso le alivia el pecho y no le trae malas consecuencias. Llore mucho,
cada vez que pueda. En el baño, en el colectivo, en la cancha. Llore para
arriba, que es el mejor de los llantos. Y si no puede, entonces intente otra
cosa. Vomite, escupa, lo que sea, pero haga algo urgente con ese pecho.
2. Sepa que al principio, cada vez que
salga a la calle, cada cuadra, cada esquina, cada lugar que vea lo llenará al
mismo tiempo de nostalgia y de enojo, le traerá a la vez buenos y malos
recuerdos. El despecho es así: incoherente. “Incoherente” palabra que
seguramente le suena. En este punto, no son muchas las opciones disponibles
para usted: o se muda de ciudad o sale con un monóculo, cuestión de aunque sea
ver la mitad de las cosas.
Pero cuidado, tenga en cuenta el consejo
1.1: manco y disminuido visual, ¿no será mucho? Quizás la mudanza sea mejor
idea. Aunque la adaptación al exilio, cierto.
3. Durante un tiempo prudencial, evite las
reuniones con amigos machistas tanto como el diálogo con amigos psicólogos. Los
primeros, lo llenarán de resentimiento. Para qué, si con el suyo propio usted
ya tiene suficiente. Además, si hay algo de lo que sus amigos machistas
disfrutarán será de gastarle todo tipo de broma sexista acerca de su flamante
muñón. Tan solo Imagínese con ellos en un asado. Los psicólogos, por su parte,
lo llenarán de escepticismo. Tratarán de contenerlo con frases intelectuales
del estilo de “la mujer no existe”, “todo encuentro es fallido”, “toda
comunicación está condenada al malentendido”, frases que no llegan siquiera a
rozarlo, porque si hay algo que en ellas no está contemplado es el cuerpo,
cuando usted, si hay un problema que en ese momento precisamente tiene, éste no
es ningún otro que el de ya no saber qué corno hacer con las pasiones que exuda
su cuerpo.
3.1. Tampoco es un buen momento para
involucrarse con actividades orientales de las coloquialmente denominadas
yoguis. Éstas le propondrán consignas tales como “perdonar”, “dejar ir” y
demás, y usted por entonces no es sino un guerrero sediento de venganza contra
esa mujer que acaba de hacerlo caer nuevamente en la trampa.
4. Crea. A medida que el escepticismo
inicial propio del desencanto todavía fresco se seque y vaya disipando, crea.
Nuevamente: no escuche en exceso a los psicólogos. Todas esas frases son,
probablemente, de gente que no sabe lo que es involucrarse en una relación
poniendo el cuerpo. Usted lo que no sabe es procesar la ruptura, pero seguro
que entregándose a una persona querida es muy bueno. Crea entonces en el aprendizaje
de lo vivido. Y sobre todo crea en el amor.
Porque es innegable que hay amores narcisistas, amores edípicos, amores egoístas y amores propios de dos personas que se cruzan o se encuentran en
un “mal momento”. Según nuestros
estudios, eso en algún punto existe siempre por supuesto. Pero, ¿y el otro
amor, el más genuino, el de disfrutar de la compañía de alguien haciendo las
cosas que más nos gustan? No vaya a ser que lo deje pasar, estando ocupadísimo
en sospechar que el suyo con esa mujer acaso sea uno de los cuatro anteriores.
“La vida es eso que te pasa cuando estás ocupado en cosas importantes”, decía
John Lennon. En ese caso, tendrá que aprender a desocuparse. Y así la próxima
lo dejará pasar de largo un poco menos. Al amor, ojo, no a John Lennon.
4.1. Crea en el amor en un sentido
genérico. En el amor a la Vida y al Otro. En este sentido, el amor es todo
aquello que abre y crea posibles. Saludar a quienes se cruza cotidianamente,
convidar un mate en el parque, acordarse del nombre de la kiosquera, detenerse
a escuchar, hacer una pregunta que denote interés, hacer un chiste que
desencadene risas genuinas, transmitir buena energía, generar buenos climas…
son gestos de amor.
Pero procure no someter esto a una
racionalidad instrumental: recuerde que se trata de algo que se da y se hace
desinteresadamente, porque sí, porque (le) hace bien. Son gestos que se hacen
por eso y no tanto porque puedan llegar a acarrearle buenos resultados.
Procure, en similar dirección, no confundir con el amor de mercado: no reduzca
al día de San Valentín ni al de los Enamorados. Finalmente, tenga cuidado de no
asimilarlo con el amor frívolo: ¿a quién no tienta ser visto por familiares y
amigos con la chica más linda del barrio? En suma, crea en el amor. Y en John
Lennon.
5. Cuando vuelva a salir de noche con sus
amigos machistas, en el caso en que estos no hayan decidido ralearlo producto
del insostenible uso de monóculo, o de sus sospechosas proclamas en favor del
amor, diviértase. Ríase. Y va a notar cómo, pese al olor a basura que su cuerpo
aun probablemente emane, enseguida surgirán oportunidades de conocer nuevas
mujeres y volver a empezar. Recuerde que existe mucha gente valiosa y sola y
que usted tiene mucho para dar.
6. Si, llegado a esta instancia, sus
problemas persisten y sus dificultades para olvidar continúan, tal vez sea una
interesante idea indagar en las relaciones con personas de su mismo sexo. Quién
le dice. Nuestro banco de datos lo avala. Y además, ya son varios y reconocidos
los referentes de actividades coloquialmente denominadas yoguis que lo están
aconsejando. Nunca se sabe. Manténgase abierto.