viernes, 27 de julio de 2012

Somos locales otra vez


Venía todo bien. Hasta que empezamos a tener problemas con el campito venía todo bien. Campito le decimos nosotros al terreno que está al lado de donde funcionó la primera sede social del club, ¿vio?, ahí en el paso a nivel. Casi no se usa ese terreno. A veces lo usan los pibes de la prenovena, pero muy cada tanto. Le decía: ahí fue cuando el asunto se empezó a complicar. Es más: estoy seguro de que si no fuera por eso del campito yo no estaría hoy acá, porque venía todo bien la verdad. Si no fuera por eso nadie se habría dado cuenta de nada y usted ni se enteraba…

Mire que se los dije y se los dije a los muchachos: está todo rebalsado, no entra más nada, el suelo éste no va a aguantar, no se dan cuenta cómo está la tierra. Les advertí que si seguíamos metiéndolos ahí alguien se iba a avivar, que el olor se iba a empezar a sentir, que el campito no es como el predio de las inferiores que está en el medio de la nada y no tiene casas cerca. Mire que se los advertí eh, y no me hicieron caso, y ahora lo lamento, a llorar a la iglesia, a bancarse las consecuencias, bien merecido que en el fondo se lo tienen, por porfiados…

Mi plan era largarlos al río, de noche, aprovechando que el hermano de uno de los muchachos trabaja de sereno en la guardería náutica del club, que como usted sabrá tiene bajada directa. Mi plan era ese, o empezar a meterlos en algunos de los descampados que están pasando el predio, cosa de ir dosificando, ¿vio?, como para ir repartiendo. Pero no, no me hicieron caso los retardados: que lo del río no porque qué pasa si aparecen flotando en alguna orilla, que lo de los baldíos del predio tampoco porque nos queda muy trasmano y no sé cuántas pavadas más…

“Flotando en alguna orilla”. Mire que hay que ser cuadrado eh, hay que ser cuadrado para desconocer el río: ¿usted vio que alguna vez alguno de los pibes que se dan vuelta con las piraguas aparezca? En fin, no me dieron pelota y seguimos enterrándolos ahí, en el campito. Hasta que obviamente algún vecino gil olió algo raro y no sé a quién llamó y se pudrió todo y se empezó a ir todo a la mierda, y bueno, acá estamos, qué sé yo, demasiado hicimos la verdad…

En cuanto al procedimiento, ya que me pide que se lo repita, le comento lo mismo que declaré la primera vez: que era bien simple; era agarrar las combis, salir a dar vueltas de noche en rondas divididas por zonas después de las dos de la mañana, y a todo aquél que viéramos con la camiseta puesta pum-pum y adentro, sea en la calle que sea. La noche anterior a que todo se empezara a pudrir, sin ir más lejos, con los de mi combi levantamos a un grupito que había salido a hacer pintadas del escudo ahí por Boulevard Gutierrez al fondo, en el paredón que está enfrente de los galpones del ferrocarril viejo, todos pibitos eran, siete…

Ya le digo, hacíamos lo que podíamos, con la profesionalidad y la estructura que teníamos, y bueno, así cada noche, de a poquito, pasito a pasito con paciencia y a pulmón fuimos avanzando. Sabíamos que en las tribunas entran veinticinco mil y que el trabajo iba a ser un laburo de hormiga, durísimo, pero ¿qué no estaríamos dispuestos a hacer por nuestro viejo y querido Reparadores del Riel? Porque es así señor, yo no pretendo que nos declaren inocentes, lo que pretendo es que simplemente nos entiendan, que entiendan al hincha, el alma de los colores…

Usted por ejemplo, ¿de qué no sería capaz usted por el club de sus amores? Le pido que se ponga en nuestro lugar, porque seguramente usted tiene en su corazoncito unos colores también. Supóngase que su equipo está afrontando una situación límite, ¿qué no haría usted con tal de ayudarlo a salir a flote?

Para nosotros no había alternativa, la cosa era corta: si en los partidos de local de la segunda ronda nuestros jugadores iban a sentir la misma presión que habían venido sintiendo durante la primera ronda y durante los campeonatos anteriores de estos últimos años... y bueno, íbamos a tener que tomar medidas drásticas, íbamos a tener que hacer algo urgente, no quedaba otra…

Íbamos a tener que encontrar la manera de que el equipo jugara tranquilo, porque vio que estos pibes de ahora medio que se ponen nerviosos con tanta gente, y el aliento en vez de jugarles a favor les juega en contra, lo toman como una presión, pendejitos maricones, modelitos cagones que en vez de pensar tanto en la guita, el auto y las minitas tendrían que aprender un poco de los jugadores de antes, ver lo que eran en el mediocampo un Negro Hospitale, la presencia de un Perro Garroni en defensa, tipos que han hecho grande nuestra camiseta…

En fin, lo que hiciera falta con tal de evitar un nuevo descenso. Ojo, nada justifica lo que hicimos, ni siquiera el hecho de que hasta terminar el torneo ningún familiar haya denunciado nada, pero créame que en el campeonato anterior, cuando descendimos hasta donde estamos ahora, ya habíamos estado probando de todo, ya veníamos intentando llegar a lo mismo pero por las buenas…

O sea: nos reunimos con los referentes de algunos grupos de hinchas para convencerlos, les pinchamos las gomas a los colectivos que salen de los barrios los días de partido, hablamos con la comisión para que subiera el precio de las entradas, hablamos con el Canal para que nos televisen en directo todas las fechas. Eso para enumerarle solamente las cosas que me acuerdo, como para que se dé una idea…

En definitiva: habíamos estado haciendo todo eso por las buenas, y nada, no había manera. Nos dimos cuenta de que la gente igual iba a seguir yendo a la cancha y que por una u otra cosa la cancha a la larga siempre iba a estar llena. Porque ojalá nosotros fuéramos un club chico y sin gente como son los putos de Barranca, o unos amargos como los de Metalense, que pierden dos partidos seguidos y usted ve que no llenan ni siquiera la popular. Pero no, nosotros somos distintos, somos únicos, un sentimiento… Porque, ¿a usted le parece?, ¿a usted le parece que puedan llegar a ser tan amargos los amargos esos de Metalense?!