¿Te
das cuenta papá?, ¿te das cuenta de que al final está todo armado alrededor de
la mentira y el engaño? Sí, ya sé, no me digás, ya sé que toda familia es hipócrita
y esconde sus secretos, que una cosa es lo que se ve y otra muy distinta es lo
que pasa de puertas para adentro. Pero a mi qué me importan las falsedades de
los demás. Aparte eso no es justificativo de nada, a mí no me sirve como
consuelo… Qué perdón ni perdón, por qué no te ponés un poquito en mi lugar:
imaginate que llevás una vida de años y de repente un buen día te enterás de
que no sos la persona que siempre creíste ser, ¿vos cómo te sentirías?, decime,
a ver, ¿cómo te sentirías?... Vos sabés que yo les agradezco de corazón todo lo
que hicieron por mí desde que decidieron traerme, y hasta puedo entender que a
su manera hayan intentado protegerme, pero ¿por qué tardaron tanto en decirme
la verdad?... Por mi bien un carajo, ¡¿cuánto tiempo más iban a esperar papá?!
Y no me pongás esa cara. Y miráme a los ojos cuando te hablo. Porque la que no
va a poder mirar más a nadie acá soy yo: ¿qué van a pensar en el barrio cuando
se enteren de mi verdadera condición? ¿Con qué cara digo yo en la Facultad que
no soy hija de desaparecidos, como ustedes me contaron desde chiquita?... Andá papá, dejame sola, andá. Ahora no tengo
ganas de escuchar ninguna historia. No, ahora no quiero saber de quién soy
hija.