Escribir para no ser escrito. De acuerdo. En
principio, por las novelas familiares que nos hablan. Después -y sobre todo- por
los automatismos discursivos de la época. La que narra en nuestra familia es mi
abuela paterna. De mi mamá no sé casi nada. Mi madre se deja narrar. Es así en
la memoria. De boca de la rama materna de nuestra familia no recuerdo haber
escuchado historias…
El tío Leonardo echó a Rucci de su
estancia en el norte porque envalentonaba a los peones. El tío Tito atropelló a
un mendigo en la ruta, en Chaco. Era de noche, y cuando se bajó y vio lo que
había hecho, le dio tanta impresión que volvió al auto, agarró el volante y se murió
de un infarto. A mi abuelo Eduardo lo echaron de la gerencia de Acindar por ser
honesto. Nunca antes se lo había visto llorar. Fui el primero en descubrir que
mi mamá estaba embarazada. Tenía un año y medio…
Relatos que se cuentan a la hora de la
siesta en Rosario y relatos que ahora me cuento. Estoy en cuarto grado y noto
que mis compañeros se burlan de otro chico. Lo hostigan, lo insultan, lo tratan
de “negro”. Debo estar en quinto cuando escucho en televisión la palabra “Perón”.
Es en la cocina de mi casa, en Humberto Primo, durante un almuerzo. Primeras
veces de las cosas, por ejemplo…
Vuelvo a Mar del Plata después de treinta
años. Tengo la sensación de haber estado ahí antes. Es una emoción rara, inexplicable,
como agradable en el cuerpo. Caminamos con Mariana por el centro sin demasiadas
coordenadas, hasta que veo una galería, y al lado la entrada de un edificio, y
enseguida sé que fue ese el edificio en el que vivimos seis meses cuando mi
hermana era bebé…
El lenguaje es de ciudad. Nunca me salió
hablar como se hablaba en el pueblo, por más que quería, para encajar. Forzaba la
cara, hacía fuerza con las palabras. Estaba incómodo. Lo sigo estando cuando
salgo de Buenos Aires. O cuando hablo con un venido que no tiene curiosidad. La
ciudad como condición material de algo, decía. La ironía y otros juegos
linguísticos propios de la producción de excedente psíquico son algo urbano. Nada
que hacer. No hay neurosis en lo rural…
La Gran Capital ofrece lo que en otro lado
no hay, los modelos de mujer que a mí me gustan: el socio-peronista y el
judeo-intelectual. Mujeres del campo psi y de las ciencias sociales. Mujeres de
las artes escénicas y las letras. Uno tiene el humor y el lenguaje, el otro
tiene la acción y la política. Es difícil conjugarlos. Son dos líneas
paralelas. Dos carriles, que salvo veces, casi nunca se cruzan…
[Continúa]