viernes, 27 de julio de 2012

Somos locales otra vez


Venía todo bien. Hasta que empezamos a tener problemas con el campito venía todo bien. Campito le decimos nosotros al terreno que está al lado de donde funcionó la primera sede social del club, ¿vio?, ahí en el paso a nivel. Casi no se usa ese terreno. A veces lo usan los pibes de la prenovena, pero muy cada tanto. Le decía: ahí fue cuando el asunto se empezó a complicar. Es más: estoy seguro de que si no fuera por eso del campito yo no estaría hoy acá, porque venía todo bien la verdad. Si no fuera por eso nadie se habría dado cuenta de nada y usted ni se enteraba…

jueves, 19 de julio de 2012

Crónica de un fin de semana en familia


El fin de semana pasado vinieron mis padres de visita. Estando con ellos me di cuenta que me cansé de ser hijo. Así que esto no va más, se terminó y esta vez va en serio. Llegué a una conclusión: antes que ser hijo prefiero tener un hijo. Y antes que andar pagando cuatrocientos ochenta pesos por sesión para reconstruir el vínculo que mantengo con mis padres prefiero ser padre. Y listo, punto y aparte.

miércoles, 4 de julio de 2012

Adoptiva


¿Te das cuenta papá?, ¿te das cuenta de que al final está todo armado alrededor de la mentira y el engaño? Sí, ya sé, no me digás, ya sé que toda familia es hipócrita y esconde sus secretos, que una cosa es lo que se ve y otra muy distinta es lo que pasa de puertas para adentro. Pero a mi qué me importan las falsedades de los demás. Aparte eso no es justificativo de nada, a mí no me sirve como consuelo… Qué perdón ni perdón, por qué no te ponés un poquito en mi lugar: imaginate que llevás una vida de años y de repente un buen día te enterás de que no sos la persona que siempre creíste ser, ¿vos cómo te sentirías?, decime, a ver, ¿cómo te sentirías?... Vos sabés que yo les agradezco de corazón todo lo que hicieron por mí desde que decidieron traerme, y hasta puedo entender que a su manera hayan intentado protegerme, pero ¿por qué tardaron tanto en decirme la verdad?... Por mi bien un carajo, ¡¿cuánto tiempo más iban a esperar papá?! Y no me pongás esa cara. Y miráme a los ojos cuando te hablo. Porque la que no va a poder mirar más a nadie acá soy yo: ¿qué van a pensar en el barrio cuando se enteren de mi verdadera condición? ¿Con qué cara digo yo en la Facultad que no soy hija de desaparecidos, como ustedes me contaron desde chiquita?...  Andá papá, dejame sola, andá. Ahora no tengo ganas de escuchar ninguna historia. No, ahora no quiero saber de quién soy hija.

Propuestas artísticas para descomprimir el caos vehicular en la ciudad (#Columna del Doctor 1))


En Rosario se patentan cien nuevos autos por día y de un tiempo a esta parte sus calles se han vuelto intransitables. Puntos de la ciudad históricamente conectables en quince minutos pueden demandar hoy casi una hora. No queda calle que se salve del paso de hombre. Ni siquiera las más insulsas, Tres de Febrero por ejemplo, también conocida según un colega como “la Viamonte del microcentro”. ¿Qué hacer? En principio, salir de casa con mayor antelación. Y tener siempre un tranquinal a mano, cuestión de afrontar con paciencia verdaderas expediciones, hostiles travesías que entre otras cosas suelen incluir encarnizadas escenas de pugilato, situación en la que mejor tener más a mano un garrote que un tranquinal. ¿Pero qué más?

jueves, 22 de marzo de 2012

Los indios tayrona y otras postales ecuacolombianas


1. Un veterano indio Tayrona, a Daniela, una amiga austríaca, dialogando sentados al atardecer en la playa de Ciudad Perdida, norte de Colombia casi Venezuela, reflexionando entre consternado e incrédulo, en cualquier caso con gesto de desaprobación, al observar cómo un exhausto contingente de turistas recién llegados se interna en las reparadoras aguas del caribe: "Yo no sé por qué insisten con bañarse en el mar. El mar… el mar es para los peces"
2. La veteranía es un rara habis en los Tayrona. Según dicen, su promedio de vida es de cuarenta años, hecho que algunos adjudican a los mosquitos. Parece que, para ahuyentarlos, los Tayrona duermen todas las noches en sus chozas alrededor de un fuego. Así, lo que ganan en repelencia lo pierden en salud, dado que la tolerancia del pulmón humano al humo, según parece, es, aproximadamente, de unos cuarenta años.
3. Taganga, pueblo de los alrededores de Santa Marta, región de pantanos y ciénagas. Obvia humedad. Calles de tierra. Mucha basura tirada y muchos perros. Frente a la puerta de cada casa, cada familia sentada tomando el fresco escucha a todo volumen su propio ballenato. Un perro no se rasca las pulgas: se las muerde.
4. Cualquier tarde de Cartagena y Santa Marta en noviembre. Se nubla. Empieza a llover hasta la madrugada. A los diez minutos de tormenta, ya las calles se vuelven ríos de agua olorosa y negra. Solo quedan miles de taxis y vendedores con el agua hasta las rodillas. A la mañana del otro día las mujeres vuelven a deambular por la ciudad paseando al sol sus atributos y nadie parece recordar la lluvia.