Fui al estudio de Ariel Sikorsky por primera vez en el verano de 2016. Recuerdo que estaba muy triste y que me costó disponerme al masaje. Una mañana de primavera del 2018, me animé a desenrollar el mat violeta que había comprado, lo desplegué en el piso del balcón de Barracas, me tiré y empecé a emular la secuencia de movimientos que hacíamos en el grupo de Nay Mu de los martes. Tuve la certeza de que ya no pasaría día sin jugar, aunque sea un rato, al divertidísimo juego de observar el cuerpo y sus cambios.
Y así fue. Primero en base a Chi Kung, después elongando y, en los últimos años, practicando meditación Vipassana. Esto, además de leer todo cuanto caiga en el casillero al que llamo, para simplificar y entenderme a mí mismo, “narrativa zen”. Una ecléctica etiqueta que pude incluir tanto a Suzuki como a Castaneda, tanto a Sawaki como a los haikus de Basho, y que abarca desde el Tao hasta Yoga de Carrere. En efecto, publicado por editorial Catalpa, este verano leí con ganas Nubes y peces dorados, el libro del propio Ariel.
¿Sobre
qué trata? La bajada del título no podría precisarlo mejor. “Ideas sobre mente
y cuerpo entre Oriente y Occidente”. Ideas sobre el tiempo, el cambio, el
sujeto, o la medicina para cada uno de estos dos polos del globo. Sin embargo,
me parece que la bajada no termina de nombrar, de atrapar el pez dorado que
nada entre sus muy amables 137 páginas. Lo resumiría así: un libro sobre cómo
mover el cuerpo es mover la historia personal; y sobre cómo mover la historia
personal es poner a disposición de la vida un caudal de fuerzas y energías que
en el cuerpo (en forma de dolor, contractura o lo que fuere) estaban cautivas.
Si
esa fuera la aventura, entonces, el libro aporta al menos dos grandes claves.
Una: eso que llamamos “pensamientos” (el incesante carrete de imágenes mentales
que se proyecta todo el día en nuestras cabezas y nos impide conectar con la
realidad), son en verdad “nubes” o “nudos de ilusión” que tienen su expresión corporal.
Un constructo, dice Sikorsky, un ensamble. ¿Qué ensamblan o anudan esos nudos? Recuerdos,
hormonas, secreciones glandulares, órganos, emociones, afectos, tonos
musculares, posturas, frecuencias respiratorias...
En este sentido, el autor plantea y se pregunta:
“Lejos de enseñarnos a correr los pensamientos de nuestra mente, la meditación
budista nos invita a indagarlos, a recorrerlos, a comprender su genealogía y la
lógica mediante la cual logran teñir con sus colores, de manera inconsciente,
nuestra percepción del presente […] Pero, ¿es pensamientos la palabra? ...”
Y más abajo, afirma: “Así como describimos el
estado de meditación de Siddhartha desde sus rasgos corporales, podemos también
describir los otros estados: adrenalina, endorfina, dopamina, diversas hormonas
inundando el torrente sanguíneo; el pecho abierto con el corazón palpitante, el
pecho cerrado con los pulmones compungidos, el hígado bloqueado cerrando la
boca del estómago, los riñones rígidos generando lumbalgia. Cada uno de los
estados como una composición de pensamientos, recuerdos, hormonas y
alteraciones musculares transformando la disposición del esqueleto. Por eso,
llamar “pensamientos” a esas nubes resulta engañoso, ya que son, clara y
definitivamente, cuerpo…”
La
otra gran clave son los mismísimos métodos sikorskianos para trabajar las nubes
de ilusión: el mencionado Nay Mu, los cuadernos de notas, el des-simismamiento
a través de la auto caricatura y, la gran gema, el arte del desperezamiento.
¿En qué consisten esos métodos? ¿En qué se parecen a otras técnicas? Bueno,
hasta acá llega el spoiler.