domingo, 19 de agosto de 2012

Crónica de un sábado con El Ñato

Aunque charlar con él me fuera a servir para el guión, bajo ningún punto de vista tendría que haberle dicho que sí al Ñato. Y no porque los planes basados en el utilitarismo de personas suelan terminar mal, como si recibiésemos nuestro merecido por actitudes tan feas, sino porque lisa y llanamente El Ñato es de esos amigos que, de alguna u otra manera, siempre se las terminan ingeniando para meterte gratuitamente en sus problemas. O sea: ver al Ñato ya es en sí misma una invitación segura a terminar mal. Él es de esos tipos que un día heredan un millón de dólares y al día siguiente, sin que puedas entender cómo hicieron, deben un millón y medio. Demasiado vértigo para mí, ahora que me acostumbré a la vida deliciosamente estable y rutinaria de alguien que vive y trabaja como un guionista medianamente encaminado. Supongo que es uno de los motivos por los cuales venía viéndolo poco, o más bien esquivándolo.

sábado, 11 de agosto de 2012

Corriendo para pensar (#C2)


Hace unos años decidí hacer caso a las recomendaciones de mi alergista. Compré antiparras, una gorra, una de esas mallas tipo bóxer y empecé natación. A los dos meses de iniciado, después de semanas enteras en las que la relación con el agua se había visto básicamente limitada a número de piletas, minutos de descanso y cantidad de brazadas, y a excepción de un día en el que -gente grande ya- cual delfines nos hicieron pasar por unos aros subacuáticos, una tarde el profe a cargo de la clase se arrimó y, con esa mezcla de diplomacia y cinismo de quien ya sabe la respuesta, me preguntó si de chico yo había hecho deporte.